Entre la derecha ladrona y la
izquierda bobalicona España está al borde del precipicio y dispuesta a dar un
paso al frente. A la derecha España no le vota, salvo el voto esclavo de los
unineuronales, porque sabe que nos roba y que no se enfrenta a los problemas:
Rajoy respecto al problema catalán o respecto a la corrupción de su partido.
Pero a la actual izquierda
española la votan también los unineuronales, los votos esclavos y… los que
piensan que nadie como un izquierdista acomplejado y llorón para soltar
subvenciones por dar palmas en la esquina.
La derecha roba y la izquierda
da, ésa es la mentalidad de media España a la que no importan los mensajes
dictatoriales de Podemos (hay que controlar los medios de comunicación
privados) o las ideas secesionistas de quienes defienden a etarras y dictadores
venezolanos. La izquierda da… patrocina, subvenciona, ayuda, ampara… con el
dinero que antes te ha quitado a ti y a otros. A no ser que entre los milagros
obrados por Chávez esté el de hacer crecer dinero en las palmeras caribeñas… o
en los chopos españoles.
La izquierda demagógica, esa que
pretende poner una reina maga en la cabalgata, la pretende solucionar los
problemas diarios, paro, corrupción, desahucios, eliminando las referencias religiosas
¡de la navidad, oiga, de la Navidad! Está gobernada por grandes mentecatos,
solo equiparables al populacho que les ríe la gracia, pues para eso es una
gracia de izquierdas, y ya se sabe que la izquierda nunca se equivoca, se
equivocan los votantes. En eso las dos Españas de Machado son iguales: son unos
corruptos (o unos inútiles demagogos, escoja usted, lector) pero son nuestros
corruptos. España es boba y va de culo
Los principales culpables son
aquellos que habiendo dominado la realidad política española durante cuatro
años han demostrado tal inutilidad, tal desfachatez y tan grande incapacidad que
han abonado el campo para que mañana, en las próximas elecciones, los neocomunistas
dominen un país que siempre ha estado encantado de que le manden, de que le
digan lo que hay que hacer, para luego protestar. El problema es que fuera de Europa
no hay solución y puede que terminen por no querer nuestra compañía. La de
nuestro gobierno.
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