Tras tanto años observando la
política española uno termina por llegar a convencerse de que el problema de
España somos los españoles. Llevamos siglos intentando destruirnos y seremos
responsables de lo que pase. O irresponsables.
Las exclusivas que repetidamente
ofrece Antena 3 sobre el viaje a Venezuela de políticos españoles, de su
participación en seminarios para dividir España o en homenajes a ETA, todo ello
subvencionado por el dictadorzuelo del chandal barriobajero, no influirán en
los votantes de Podemos. Que la financiación de este partido parezca, de
momento no se puede afirmar definitivamente, proceder de Irán tampoco causará
el menor daño a sus votantes. A los españoles no les importa.
Las contradicciones que supone
ser financiado por potencias extranjeras, incluso por regímenes contrarios a
los DDHH como el de Irán, y querer regir la democracia española no causarán
mella alguna entre quienes con fe ciega han decidido ponernos en manos de
neocomunistas. Los conocidos “éxitos” del comunismo en la historia de la
humanidad, tampoco. Ellos, envueltos en su verdad, pasarán por encima de toda
la información contraria a sus intereses desdeñándola, despreciándola,
considerándola engaños propios de fascistas. Todo el que no piense como ellos
es fascista, claro.
Pero debemos recordar que hasta
estos precipicios tan peligrosos nos han traído la ceguera de Zapatero con la
crisis que negó repetidamente y la de Rajoy con la corrupción de su partido a
la que ignoró con insistencia. A unos y a otros sus respectivos votantes les
han reelegido machaconamente, despreciando el peligro hacia el que nos iban
llevando. En el que estamos.
Ambos grandes partidos son los
grandes responsables de la ingobernabilidad de España, de que estemos a punto
de caer en manos de antidemócratas, de bolivarianos de cartilla de
racionamiento, de demagogos chulescos, de barriobajeros institucionalizados. La
verborrea grandilocuente del presidente Zapatero, un zote que puede ser
superado en insolvencia por Pedro Sánchez, que negaba la crisis en nombre del
obrero al que desahuciaba, impidió tomar a tiempo las medidas contra una crisis
que se hizo demasiado grande. A pesar de ello en las siguientes elecciones
hordas de votantes corrían a renovar su confianza en el PSOE, especialmente en
Andalucía, donde la corrupción institucionalizada no impresionaba a los electores.
¿No somos los españoles un problema para España?
¿Y de los votantes del PP qué
defensa se puede hacer? La corrupción ha rodeado al PP desde que es PP, era ya
conocida en la Comunidad Valenciana y más allá antes de convertirse en masiva
con el caso Gürtel. La ferocidad del latrocinio no impide a millones de
españoles renovar periódicamente ante las urnas su fidelidad ante el PP.
“Pase lo que pase” parece ser el
lema del votante español que repite una y otra vez su deseo de acabar con
España. Y volverá a hacerlo a la primera oportunidad que le den aunque para
ello tenga que votar a quienes están apoyando a ETA y están, si como todo
indica lo están, premiados y pagados por conocidos demócratas que encarcelan a
la oposición, o ahorcan a homosexuales. Con la sonrisa de Pablo Iglesias por
bandera. A los españoles no nos importa España.
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