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14 enero 2016

El Parlamento es más serio que los parlamentarios

Sé que los españoles hemos votado nuevas políticas y nuevos políticos, sé que queremos cambiar todo lo que hasta ahora no ha funcionado, eliminar errores pasados y superar la crisis y cómo la han sentido las capas económicamente más débiles. Pero el Parlamento no se merece este bochorno, esta vergüenza ajena, que nos han hecho pasar algunos parlamentarios.

El Parlamento es una institución solemne y noble por mucho que algunos parlamentarios no lo hayan sido durante años y hayan manchado de podredumbre lo que debe ser la residencia del Pueblo. No de "la gente", como dicen algunos con un deseo de rebajar el nivel del lenguaje para poner a todos bajo el mismo rasero belenestebanesco.

Los españoles nos merecíamos parlamentarios que no nos engañasen, que bajo un traje bien cortado y una corbata no escondiesen un delincuente, o que no lo amparasen y protegiesen, encogiéndose de hombros ante sus fechorías. Cierto, no nos lo merecíamos y por eso el resultado de las urnas ha sido espectacular, tan espectacular como preocupante. He escrito ya más veces que los primeros responsables del auge de los nuevos partidos son los antiguos partidos, especialmente los gestores de la crisis y de las impudicias cometidas en su nombre.

Pero también habíamos quedado en que un Parlamento debe ser un lugar solemne y noble, la residencia de la soberanía popular. Y sustituir a los antiguos e ineficaces gestores no debe convertirlo en un espectáculo zarrapastroso y zafio. Y en esto parece que quieren convertirlo algunos. Eso que llaman nueva política no puede ser esta mamarrachada que vimos ayer.

Lo de Carolina Bescansa, admitámoslo, está pensado solo para la galería, para la foto, para llamar la atención, para el protagonismo. Si se quiere conciliar el papel de madre y de trabajadora hay una guardería disponible y a precio asequible. Tengo dos preguntas al respecto: cómo se las arregla la niñera de Bescansa para conciliar su trabajo y su vida familiar y por qué es la guardería es más barata que en la calle, fuera del Parlamento.

De los parlamentarios podemitas todos esperábamos juramentos peculiares, todos sabíamos que su función era llamar la atención, convertirse en los protagonistas indeseados de un momento solemne y especialmente significativo. Todo por la mercadotecnia, caramba. Pablo Iglesias levantando el puño y agitándolo hacia las masas, "su masa", es un perfecto ejemplo de lo fácil que es progreso... hacia 1936 y hacia la república, la segunda, concretamente, que es la que le interesa especialmente.

Del desaliño indumentario... ¿No habíamos quedado en que estábamos en un lugar y un momento solemnes? ¿No habíamos quedado en que representar al pueblo, a "la gente", es tarea noble y grave e importante? Aceptando como dije al principio que bajo una corbata se puede esconder un delincuente, ¿es necesario ir sucios y malolientes (Consúltese a Pilar Cernuda) a una reunión tan especial? Yo soy el pueblo y necesito que quienes me representan estén a la altura de tan elevada tarea, con sus actos, con sus palabras y con su atuendo. Representar al pueblo no debe ser nada chabacano sino extraordinario.

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