Resulta especialmente llamativa
la reacción lenta, perezosa, desganada de Europa ante las violaciones y los
asaltos sexuales cometidos en Colonia y otras ciudades de Alemania. Solo 48
horas después algunos medios empezaron a trasmitir la noticia, descuidadamente,
como con sordina, tratando de disimular el verdadero alcance de la noticia, el
número de actos, el número de asaltantes, la coordinación manifiesta sino
también tratando de disimular el origen racial o cultural de los maleantes y su
impunidad: “Soy un invitado de la señora Merkel y no podéis hacerme nada”. Solo
se generalizó en los informativos al cabo de cuatro días. Nunca ninguna otra
noticia tardó tanto en subir a las cabeceras de la prensa.
Falta aún una reacción airada de
los movimientos progresistas, políticos en general o de feministas en concreto.
De los movimientos conservadores no digo nada, están desaparecidos o
atemorizados, no existen. Ni ahora que el escándalo es manifiesto se oyen
condenas duras ni exigencia de responsabilidades a las autoridades policiales
que no lo impidieron. Parece claro que las condiciones de los asaltantes es
algo que nos quieren hacer olvidar. Todos aquellos que habitualmente se llenan
la boca de condenas a la violencia machista callan ahora descaradamente, ahora
que los actos han sido multitudinarios, repetidos, organizados y coordinados. Tienen
más miedo a la reacción popular que deseos de justicia y claridad.
Callan también ante el silencio
de las autoridades a las que siempre exigieron rapidez a la hora de aclarar
cualquier asalto sexual. Callan ante la torpeza de la alcaldesa de Colonia que
pidió a sus ciudadanas adaptarse a las circunstancias culturales de los
refugiados y mantener al menos un brazo de distancia… Le faltó decir que se lo tenían
merecido por vestir así o que si hubieran vestido un burka no habrían tenido problemas.
Nos manipulan, claro, para que no
expresemos nuestros temores, para que nadie alce la voz. Por alguna razón se ha
decidido permitir esta invasión sin ningún control. Ojo, sé que de entrada
estamos hablando de víctimas de una situación injusta como una guerra, que han
pasado mil una pruebas para llegar hasta allí. Pero alguna culpa debemos tener
cuando han entrado también delincuentes o, si no, cuando gentes normales se trasforman
en delincuentes y se creen impunes y protegidos. ¿Caben todos sin control?
La Europa boba del todo vale, de
las pancartas “welcome refugees”, de “tol mundo é güeno”, la Europa ingenua de “abrid
las fronteras”, la Europa que piensa que todos son dignos menos los europeos (fascistas,
racistas y facinerosos en general) se ha pillado los dedos dejando entrar a
tanta escoria junto a quienes de verdad eran acreedores del derecho de refugio.
La absurda situación de ver a refugiados chuleando a la policía que los acogió
y protegió y rompiendo delante de ellos los permisos de residencia “porque
mañana me van a dar otro” debería ser determinante para ponernos en guardia,
para detener la absurda situación actual y poner en marcha soluciones. El proyecto
de ingeniería social, sustituyendo a la población europea, democrática,
cristiana y envejecida, por otra muy distinta, no ha empezado bien. Si la ley
no se impone a los salvajes que hayan cometido estas barbaridades el conflicto
será mayor.
Y ahora llámenme racista, díganme
que la culpa es de Bush y Aznar, o de Obama y otros así, pero no han sido ellos
los que han cometido estos delitos. Ni han sido ellos los que han dicho que es
que hay que ver cómo visten todas que parecen putas. Aquel Manuel Escobar de “no
me gusta que a los toros te pongas la minifarda” quedó socialmente muy atrás. Europa
está en manos de gobernantes timoratos, corrompidos por lo políticamente
correcto, preocupados por “tengo que ser guay”, sometidos a la dictadura del “qué
dirá la prensa mañana”. Acordémonos de Troya.
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