La izquierda española, especialmente
la más actual, la más extremista, siempre ha llevado gran ventaja a la derecha.
Mientras la derecha acomplejada se esconde, la izquierda es profundamente militante,
está orgullosa de su ideología y nunca trata de pasar desapercibida; antes al
contrario hace apostolado, la predica incluso ante niños de tres a seis años,
como en el carnaval de Madrid.
Creo menester resaltar que los
padres que fueron a los títeres del carnaval madrileño llamaron a la policía cuando
salió la pancarta; aguantaron estoicamente, no vaya a ser que nos llamen
retrógrados y cavernícolas, representaciones de asesinatos de un guardia civil,
de una monja y de un juez. Todito se lo tragaron los nenes antes de que sus
padres tuvieran a bien llamar a la policía municipal. Amenjesús, oigausté.
En cuanto la noticia corrió por
calles y mentideros enseguida estas nuevas voces de la izquierda que nos dicen
que ser leninista es hermoso e incluso democrático salieron al patio de esta
inmensa corrala de las redes sociales a demandar la libertad de los titiriteros,
alegando que si bien la obra era inapropiada para niños la cosa no era como
para que los detenidos durmieran en prisión. Claro, su argumento es la libertad
de expresión. Que dos energúmenos intentaran adoctrinar a niños tan pequeños no
tiene para ellos ningún aspecto negativo ni criticable. Esta nueva izquierda,
iraní y chavista en una sola y contradictoria pieza, no le escandaliza que las
instituciones y no los padres orienten ideológicamente a tan párvulas
criaturas.
En eso se parecen fascismo y
leninismo, el individuo debe someterse a lo que ellos crean que es el bien
común, el individuo debe someterse al Estado. Y si, contradictoriamente, para ello
hay que manipular la libertad de expresión se hace. ¿Se imaginan ustedes que en
una obrilla de estas se diesen vivas a Franco? No, no me llamen franquista, no
lo soy; no, tampoco estoy pidiendo que se den vivas al dictador, solo lo uso
como ejemplo. ¡Dónde mandaría esta gente la libertad de expresión! ¿Se imaginan
algo así con un alcalde del PP?
Usamos la libertad, las libertades, como un comodín que se amolde
a lo que nos interesa, como felpudo donde dejamos nuestras miserias. No existe
la libertad sin más, ni existe “mi libertad” si no tengo en cuenta las
libertades de los demás. La libertad no es un término absoluto, sino un
desiderandum que debo adaptar a mis semejantes. Yo no tengo la libertad de dar
vivas a ETA porque me lo prohíbe la ley, ni puedo portar armas porque me lo prohíbe
la ley. Yo no tengo la libertad de adoctrinar a niños de tres años porque ante
sus padres yo no soy nadie, ante los derechos de esos niños y de sus padres debo
contener y limitar mi derecho a la libertad de expresión.
La extrema derecha y la extrema
izquierda tienen en común creer que la sociedad es un cortijo en el que manda
su ideología como señorito déspota. Pero España, que vivió confortable y silentemente
la dictadura de Franco, ha decidido entregarse en manos de la extrema izquierda
que comprende y disculpa a ETA, que acepta leninismo como animal de compañía,
que cree que debe hacer apostolado en todo lugar y momento, que nos llama
fachas si criticamos uno solo de sus postulados revolucionarios. Que entiende
que estos chicos se equivocaron pero no fue para tanto.
Eso sí, la concejala sigue sin
dimitir. También en esto se parecen derecha e izquierda.
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