Palencia es una emoción:

07 febrero 2016

Viva Franco, señores titiriteros.

La izquierda española, especialmente la más actual, la más extremista, siempre ha llevado gran ventaja a la derecha. Mientras la derecha acomplejada se esconde, la izquierda es profundamente militante, está orgullosa de su ideología y nunca trata de pasar desapercibida; antes al contrario hace apostolado, la predica incluso ante niños de tres a seis años, como en el carnaval de Madrid.

Creo menester resaltar que los padres que fueron a los títeres del carnaval madrileño llamaron a la policía cuando salió la pancarta; aguantaron estoicamente, no vaya a ser que nos llamen retrógrados y cavernícolas, representaciones de asesinatos de un guardia civil, de una monja y de un juez. Todito se lo tragaron los nenes antes de que sus padres tuvieran a bien llamar a la policía municipal. Amenjesús, oigausté.

En cuanto la noticia corrió por calles y mentideros enseguida estas nuevas voces de la izquierda que nos dicen que ser leninista es hermoso e incluso democrático salieron al patio de esta inmensa corrala de las redes sociales a demandar la libertad de los titiriteros, alegando que si bien la obra era inapropiada para niños la cosa no era como para que los detenidos durmieran en prisión. Claro, su argumento es la libertad de expresión. Que dos energúmenos intentaran adoctrinar a niños tan pequeños no tiene para ellos ningún aspecto negativo ni criticable. Esta nueva izquierda, iraní y chavista en una sola y contradictoria pieza, no le escandaliza que las instituciones y no los padres orienten ideológicamente a tan párvulas criaturas.

En eso se parecen fascismo y leninismo, el individuo debe someterse a lo que ellos crean que es el bien común, el individuo debe someterse al Estado. Y si, contradictoriamente, para ello hay que manipular la libertad de expresión se hace. ¿Se imaginan ustedes que en una obrilla de estas se diesen vivas a Franco? No, no me llamen franquista, no lo soy; no, tampoco estoy pidiendo que se den vivas al dictador, solo lo uso como ejemplo. ¡Dónde mandaría esta gente la libertad de expresión! ¿Se imaginan algo así con un alcalde del PP?

Usamos la libertad,  las libertades, como un comodín que se amolde a lo que nos interesa, como felpudo donde dejamos nuestras miserias. No existe la libertad sin más, ni existe “mi libertad” si no tengo en cuenta las libertades de los demás. La libertad no es un término absoluto, sino un desiderandum que debo adaptar a mis semejantes. Yo no tengo la libertad de dar vivas a ETA porque me lo prohíbe la ley, ni puedo portar armas porque me lo prohíbe la ley. Yo no tengo la libertad de adoctrinar a niños de tres años porque ante sus padres yo no soy nadie, ante los derechos de esos niños y de sus padres debo contener y limitar mi derecho a la libertad de expresión.

La extrema derecha y la extrema izquierda tienen en común creer que la sociedad es un cortijo en el que manda su ideología como señorito déspota. Pero España, que vivió confortable y silentemente la dictadura de Franco, ha decidido entregarse en manos de la extrema izquierda que comprende y disculpa a ETA, que acepta leninismo como animal de compañía, que cree que debe hacer apostolado en todo lugar y momento, que nos llama fachas si criticamos uno solo de sus postulados revolucionarios. Que entiende que estos chicos se equivocaron pero no fue para tanto.


Eso sí, la concejala sigue sin dimitir. También en esto se parecen derecha e izquierda.  

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