Esta es mi participación en
"Palencia en la onda" de esta semana:
Quiero, amigo Julio, y solo por
esta vez, participar en tu programa como si fuera una de esas redes sociales
tan conocidas, como si fuera twitter, por ejemplo. Es decir, voy a hacer lo que
erróneamente hacemos en estas redes: contar públicamente alguna intimidad, cosa
que aconsejo a ustedes no hacer.
Y es que como hago de vez en
cuando aproveché el fin de semana pasado para visitar uno de los pueblos de
nuestra provincia. Y esta vez le tocó a Ampudia. Otra vez. Disfruto Ampudia con
cierta frecuencia, disfruto de sus soportales castellanos llenos de años y del
acierto de los que han sabido conservarlos, soportales que embellecen el pueblo
y nos hablan de nuestra historia y de nuestras tradiciones. Qué bien han
aprovechado los tiempos de bonanza económica para engrandecer e iluminar sus
calles y para arreglar los desperfectos que hubiera y mantener al mismo tiempo
su fuerte personalidad castellana. Y a ello debo añadir la extraordinaria
limpieza, el gran cuidado de todo el casco urbano.
Pasear por Ampudia a la caída de
la noche es asistir a un recital de historia popular, es dejarse empapar de
firmeza, serenidad y dulzura, es escuchar el eco de los tacones entre paredes
de piedra o de adobe. Contemplar cómo asoma la Giralda de Campos entre dos edificios
es asistir al parto de los montes… Torozos en esta plana meseta.
Y sin embargo…
Embriagado como estaba por la
belleza de la colegiata y por los rincones castizos que desfilaban ante mí,
hubo muchos momentos en que me sentí en medio de un escenario de cartón piedra
de aquellos que durante un tiempo caracterizaron las películas de Hollywood.
Era un escenario perfecto, acogedor, íntimo, pero faltaban los protagonistas.
Siendo un sábado por la noche las calles estaban vacías; bajo la magnífica
iluminación urbana faltaba vida. Faltaban comercios, faltaba movimiento,
faltaba gente. Sobraba silencio, sobraba el eco de mis pasos.
Y ese es el drama de Ampudia como
el de toda Castilla, la despoblación y el envejecimiento. La
desindustrialización y su consecuencia, la emigración. Es un drama agónico
lento pero definitivo. A nadie parece interesar la pervivencia de nuestros
pueblos. Y no hablo de Ampudia, pongan ustedes casi cualquier pueblo de
Palencia. Agonizamos y nadie parece interesado en evitarlo, al menos nadie
parece implicado en ello.
Nos pasamos los años leyendo y
hablando de los derechos históricos de otras regiones y cómo España, al
parecer, les ha robado durante décadas (¿En beneficio de quién? Porque lo que
es por estas tierras no cae un duro ni por la lotería). Son las regiones más
ricas, más prósperas y las más pobladas. Pero son las que más defienden sus
intereses. Tenemos la atención popular y política centrada en ellos, en sus
problemas y en sus desafíos políticos, no en los nuestros …pero nadie hablará
de nosotros cuando hayamos muerto. Todos conocemos al dedillo el problema que
el desafío nacionalista presenta al Estado; el Estado está centrado en ello,
todo son propuestas de unos y otros para resolverlo. Pero nadie hablará de
Ampudia, de Támara, de Cervera cuando hayamos muerto. ¿Quién se ocupa de
nuestros problemas?
Nadie parece conocer la receta
para que los pueblos como Frómista, Paredes, Cevico, vuelvan crecer en habitantes y en
importancia. A nadie parece importarle que los pueblos de Castilla revivan.
Pocos caminos hay y todos pasan por un punto: Industrialización, no depender
casi exclusivamente del campo. Para ello convendría que los ciudadanos
empezásemos a pensar más en nuestros problemas, a pensar en nuestras
reivindicaciones y a exigir la solución a nuestros políticos. Sin conciencia
propia nuestros pueblos solo eso: un decorado inerte. Se trata de ocuparnos de
nuestros problemas, se trata de que nuestros problemas ocupen a nuestros
políticos. La despoblación y el envejecimiento son los primeros de todos.
Y si quieren más guerra, en
twitter tienen barra libre: @pedrodehoyos, hasta la semana que viene.
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