Es cierto que la ley ampara a
todos y todos tenemos derecho a opinar. Este bloguero es un ejemplo. Opino lo
que quiero y porque quiero. Cristina Pedroche, qué derroche, tiene también el
mismo derecho, no se lo niego.
El problema se llama sectarismo.
Y contradicción. Dice Cristina Pedroche, qué derroche, que le caen mal los
votantes del PP. Mira como a mí. Como a mí los del PP y todos los demás. No,
no, me corrijo, rectifico y pido perdón. No me caen mal los votantes de nadie,
solo me caen mal los votantes que votan al mismo partido una y otra vez,
perdonando sus años de corrupción sin cuento, olvidando las burradas que nos
han hecho sus líderes mientras contaban nubes o las burradas que se proponen
hacernos si llegan a gobernarnos. Y echen ustedes cuentas si se salva algún
partido.
Lo que no aguanto es a esa clase
social seudo progre, frecuentemente mal llamados “intelectuales” (lo que indica
el nivel cultural de España), que parecen tener licencia especial para
pontificar a sus anchas, santificar y demonizar a quien le plazca. Con el
carnet de progre. Y como es progre está bien. España bebe los vientos por los
progres, lo que no me preocuparía nada si entre las personas por las que
millones de españoles suspiran no estuvieran Kiko Rivera, Belén Esteban o
Cristina Pedroche, qué derroche. Piensen ustedes qué clase de país somos
teniendo como alimento intelectual de espera en peluquerías y dentistas a
personal de este calibre. Si los pastores son así de brutos, cómo será el
rebaño.
No, no se trata de una cuestión
de cultura (bueno, sí, también), porque la Pedroche, qué derroche, ha pasado
por la Universidad y sin embargo no se priva de despreciar a siete millones de
personas por su opinión política. Al parecer esto está bien, pero hacerlo por
su raza, por su sexo o por su
orientación sexual, no. Al final la Pedroche, qué derroche, habrá pasado
por la Universidad, pero la universidad no ha pasado por ella. He aquí la
diferencia.
Es que haber ido todos los días a
la universidad no significa ser culto ni tener luces ni dos dedos de frente.
Una persona con dos dedos de frente, una persona consecuente con sus ideas, una
persona culta no se pone en bragas delante de las cámaras para atraer a los
espectadores. Eso es machismo duro, tan duro como la bragueta de algunos
espectadores en aquel momento. No se puede ser de izquierdas y feminista y al
mismo tiempo usar el sexismo embrutecido de las clases más sexistas y
embrutecidas (la repetición es intencionada) para atraer “clientela”.
Eso sí, la clase progre española
calló entonces como calla ahora ante este antidemocrático gesto de la Pedroche,
qué derroche. Las feminazis españolas (distingo entre ellas y las verdaderas
feministas) cerraron su acostumbradamente demasiado abierta boca ante este derroche
sexista y machista de Cristina Pedroche. A los progres España les perdona todo,
un país en el que creemos que tener todos los mismos derechos significa que
todos somos iguales. No, los hay como Cristina Pedroche, qué derroche, o los
que votan al mismo partido haya hecho lo que haya hecho, y luego los demócratas
respetuosos que entienden y aceptan que los demás puedan tener otras ideas. Y
los que votan, a quien voten, consciente y consecuentemente.
Es el derroche fascistoide,
“leninistoide” si ustedes quieren, de la Pedroche. Ánimo, mujer, la próxima vez
sin bragas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario