EL PP es un partido moderado,
equiparable con cualquier otro de Europa, donde a veces, como en Francia
coexisten dos partidos de derechas y uno de extrema derecha, al que votan los obreros
y es serio candidato a ganar las lecciones. Sin embargo durante años el PSOE tuvo especial empeño en situarlo como
partido radical, de extrema derecha, inventándose un cinturón sanitario,
rechazándolo de los “hermanos democráticos”.
EL PP, torpe, acobardado y
cabezón, reaccionó como cabía esperar: “socialdemocratizándose”, apoyando leyes
como la del aborto, y buscando ser querido a toda costa, algo que jamás sucederá.
Paragonable con cualquier partido de centro derecha de Alemania o Francia no se
encuentra justificado si no se siente aceptado por quienes le rechazan. Su
mayor miedo es que le llamen “la caverna”, sus complejos estallan cuando le
dicen que es de derechas. Si les dicen franquistas se llenan de tics y terminan
yendo al psicólogo.
Reunión de Olof Palme con otros socialdemócratas nórdicos |
Porque el PSOE de Zapatero, el inútil de León, o de
Sánchez, al que no quieren ni en su propio partido, siempre preferirán un disparate
ideológico de izquierdas que una política de derechas, por muy serena y sensata
que sea. Sánchez ha tenido muy claro que quería aliarse con los que asaltan
capillas impidiendo las libertades, con los que les amenazan en los plenos de
Cádiz impidiendo las libertades, o con los “Bódalos” encarcelados por haber
impedido la libertad de quienes quieren abrir sus comercios.
Y el PSOE se une con ellos, aupándoles al poder en
autonomías y ayuntamientos, entregándoles el poder con facilidad y generosidad,
dándoles por ello una responsabilidad que no les corresponde. Apoyándolos.
Aupándolos. Entregándoles la gestión de la vida de millones de ciudadanos. Tan
irresponsablemente que los convirtieron en sus propios rivales, alimentaron a
quienes quieren comérselos. Prefirieron los socialistas entregar el poder a la
extrema izquierda, radical, expropiadora y violenta para hacer desaparecer al
PP de los sobres B, de la corrupción y, sobre todo, de la irresponsabilidad
ante la corrupción.
Por no caer en Málaga nos
llegamos en Malagón, el PSOE ha
preferido complacer a leninistas que “asaltan” los plenos municipales a voz en
grito, con amenazas a los propios socialistas; complaciendo a radicales que odian
la democracia, que no son equiparables a partidos europeos (salvo el de Tsipras,
si ustedes quieren, y ya ven como acabaron con los socialistas) y complaciendo
a los que han generado tanto miedo y tanto rechazo que, según confesión propia,
ni sus partidarios los quieren gobernando.
Y todo ello lo ha forjado Pedro Sánchez
a la par que iba acabando con su propio partido, hundiéndose en los peores
resultados de su historia una y otra vez, a medida que se convocaban
elecciones. Sin embargo el PSOE es necesario
en la política pues es imprescindible un contrapeso y un control eficaces al
partido rival. EL PSOE debe reinventarse
y entre otras condiciones, un líder serio y creíble, por ejemplo, debe dejar de
patrocinar a sus rivales. A su rival. A ese rival no le importará devorar la
mano que le da de comer.
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