Ayer estaba yo en la cola del
pescao y una señora muy amable me ha tocado dos veces en el hombro y me ha
dicho: “Oiga, ¿y de las farmacias de Cervera usté no va a hablar nunca?” Así
que nada más llegar a casa he dejado en la mesa los lenguaos, cuarto y mitad de
sardinas y un puñado de calamares y tras rendir cuentas de los gastos a la
administradora del hogar, esa administradora que tanto quiero, me he puesto a
escribir sobre las farmacias de Cervera.
Y sí, soy consciente de que no he
dicho ni media palabra al respecto y de que lo he hecho libre y
voluntariamente… más que nada porque me parece una pérdida de tiempo ante una
situación insostenible, inevitable e insolucionable. Porque el tema de las
farmacias de Cervera es solo una pequeña parte de un problema mucho más
importante, que o se soluciona todo en conjunto o no se soluciona, que o se
aborda todo en una sola pieza o lo más que se encuentra es un paño caliente que
alivie el problema sin solucionarlo y que deje insatisfechas a todas las partes.
Si por alguna extraña y malhadada
razón yo tuviera que posicionarme me situaría sin duda al lado de los
consumidores, de los ciudadanos que esperan un servicio por parte de la
comunidad a la que pagan impuestos, a la que sirven y en la que viven. Hay
cuestiones de primera necesidad, de supervivencia, de primer orden, que no
pueden depender del acuerdo entre partes, de la buena voluntad. La salud, por
ejemplo.
Pero todo esto, como he dicho
antes, es solo una parte de un problema mayor, mucho mayor, no es el “acabose”,
sino el “continuose”. El continuose de la falta de inversión del Estado, el
continuose de la despoblación, del abandono. Todo esto empezó cuando se
cerraron las primeras escuelas y los niños tuvieron que ser trasladados a
Cervera. Cuando desaparecieron las últimas tiendas y hubo que ir a Cervera a
comprar pan o leche. Pero ya entonces nos conformamos, nos resignamos, no
protestamos y no pasó nada. ¿Qué podemos esperar entonces? El continuose,
claro.
Es un proceso. Un proceso
continuo, de goteo incesante, de degeneración interminable en el que los
habitantes de la montaña son solo un estorbo para la Administración, la dirija
quien la dirija, se llame como se llame el responsable de los desatinos del
Estado. Los ciudadanos son un grano en salva sea la parte para quien se tenga
que encargar del funeral de la montaña palentina, de todo el campo en general.
Porque solo nos queda eso, cerrar y pedir al último héroe que apague la luz
antes de trasladarse a Madrid, a Bilbao o a Barcelona.
No les interesamos, les
estorbamos. Y discúlpenme si soy excesivamente pesimista, trágico o amargo. Les
estorbamos. Hay que llevar el correo hasta Camasobres, pongamos, haya una carta
o mil; hay que llevar el médico a Mudá, haya un enfermo o mil; hay que llevar
una carretera hasta Cardaño, haya un coche o mil. Y todo eso cuesta pasta,
cuesta lo mismo haya que llevar la luz para cinco habitantes que para cien. Les
estorbamos. Bueno, los ciudadanos de la montaña estorban.
Resignémonos. Hoy han sido las
farmacias como ayer fueron las escuelas. Y mañana será otro servicio
imprescindible el que no salga rentable para la Administración. El Estado, la
Junta, la Diputación, las dirija quien las dirija, el partido o la persona que
sea, tiene sus intereses en otros puntos. El campo es solo un inmenso agujero
negro por el que se va un dineral en atender a cuatro gatos y eso no interesa.
Vayan preparando la necrológica porque toda Castilla se ha convertido en un
inmenso tanatorio, no interesamos a nadie. ¿O ha oído usted a cualquiera de los
partidos un lamento, una queja una protesta? A todos se les va la fuerza
hablando de la financiación autonómica, de los nacionalistas, de las riñas
internas. ¿Ha oído usted a algún partido hablar de la despoblación, de la
desindustrialización, de la inexistente natalidad? ¿Ha oído a alguien hablar de
revertir esta situación? Pues eso.
Porque el tema de las farmacias
de Cervera de Pisuerga es solo una pequeña parte de un problema mucho más importante, que o
se soluciona todo en conjunto o no se soluciona, que o se aborda todo en una
sola pieza o lo más que se encuentra es un paño caliente que alivie el problema
sin solucionarlo y que deje insatisfechas a todas las partes.
Pero ya nos conformamos, nos
resignamos, no protestamos y no pasó nada. ¿Nuestros partidos? Con la cabeza
debajo del ala. Siempre, solo somos castellanos resignados.
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