Para que el lector conozca el contexto adecuado a este artículo debo primero aclarar que no soy simpatizante del Partido Popular y que a lo largo de la andadura de este blog mis críticas a la indiferencia de Rajoy tanto hacia el latrocinio a que nos sometían miembros de su partido como hacia su inoperancia con el problema del catalanismo han sido constantes.
Sentado este punto debo añadir que me duele hasta la agonía la miseria absoluta de aquellos cargos (de Podemos fundamentalmente) que se niegan a llevar a cabo homenajes a Ignacio Echeverría o a Miguel Ángel Blanco. Son dos personas que con su ejemplo y sacrificio señalan el camino más correcto posible a nuestra sociedad diezmada por la mezquindad general, por la pobreza mental y por el sectarismo ideológico. Y por la indiferencia de la que he hablado antes.
Esa negativa a un homenaje público, a un reconocimiento institucional a su sacrificio, a su ejemplo, se debe solo a la ideología conservadora (¿Es el PP un partido conservador? ¿De verdad?) o religiosa de estos personajes ejemplares. Solo la mala leche del ignorante, del frustrado, del vengativo, del odioso odiador, impide que ayuntamientos como el de Cádiz, Madrid y tantos otros, tan prestos a alzar las banderas de perseguidos gays o refugiados, levanten también la bandera del ejemplo de estos valientes jóvenes. Las excusas blandas, inconsistentes, de niña pillada en falta, proporcionadas por Manuela Carmena son un claro exponente de las limitaciones ideológicas de las adoctrinadores de bolivarianos irredentos.
Homenajear a los héroes se ha vuelto un problema en España, el sectarismo impide reconocer el carácter heroico de quienes no son militantes de mi partido, de mi bandería, de quienes tienen la torpe osadía de pensar distinto de lo que yo pienso. Solo son héroes si son de los míos, al parecer.
Maldita España.
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