Ni las banderas ni los himnos dan
de comer a los más pobres, ni las banderas ni los himnos corrigen las injusticias.
Y sin embargo todos los países tienen himnos y banderas, todos les profesan
devoción y respeto.
Ni las banderas ni los himnos
sacian el hambre ni devuelven las casas a los desahuciados, como tampoco
cambiar los nombres a las calles del pueblo o a la plaza mayor. Esos nombres no
dejan de ser símbolos, heroicos generalmente, poéticos otras, e intrascendentes
de vez en cuando. En todo el mundo se reconoce la importancia de esos símbolos
que nos unen, solo los españoles sienten rechazo por su bandera, su himno y la
posible letra de su himno. Algunos españoles, dejemos claro. Tampoco quita el hambre
ni entrega derechos robados a los desheredados de España que nuestros líderes
boicoteen nombramientos para cargos europeos, aún dentro de su propio partido o
que defenestren a ese compañero izquierdista que de pronto ya no sonríe al
líder como le sonreía antes.
Todos los países necesitan
reconocerse públicamente, asumir unos colores o unas notas musicales que
retienen como propias, que los identifica, que los recoge, une y simboliza. Que
les da identidad. La izquierda española, las más sectaria y casposa, y los
balbuceos inconsecuentes e inconsistentes de cierta acomplejada derecha
española, que muchas veces prefiere Suiza a su propia patria, una derecha
progre y asustada de reconocerse de derechas, impide que España sea un país
normal. Nadie pretende que los Españoles enarbolemos cada uno una bandera en
nuestro patio, como hacen en EEUU o que seamos tan fanáticos nacionalistas como
los daneses, pongamos.
Solo se pretende la normalidad,
que tengamos unos símbolos nacionales que nos acojan a todos, como los zimbabuenses,
los habitantes de las islas Mauricio o los de Camboya, México, Israel,
Jordania, Irán, Colombia, Vietnam, Japón, Rusia, Eslovaquia, o San Marino, ese
minúsculo país. La lista queda abierta, porque probablemente la única excepción
a esa normalidad es España.
La derecha española es cobarde,
atemorizada y miedosa. Sí, sé que he empleado tres sinónimos. También es corrupta
y ha permanecido durante años y años callada y acomplejada ante los latrocinios
de los amigos y los desmanes de los enemigos. Ni a unos ni a otros interesa
valorar loa símbolos nacionales. ¿No son estos los que hablaban de “Estado”, “este
país” o “la gente” para no pronunciar “España”? El nacionalismo es malo. Solo el
español, claro. Con los nacionalistas catalanes y vascos se pactaba, a base de
dinero o de leyes que les beneficiaran,
o simplemente se les dejaba hacer durante decenios hasta la práctica
desaparición del Estado es esas comunidades. Desde Felipe González y Aznar.
Resulta que las bases se les han
rebelado. Que las banderas de España aparecen en las ventanas sin que nadie
haya dado la orden ni siquiera lo haya sugerido, pura espontaneidad. Que se han
perdido los complejos de ser español. Que ser español no es sinónimo de
franquista ni de facha. Porque hemos de reconocer que los complejos nos
dominaban hasta el punto de apodar a nuestra selección de fútbol (siempre se
callan lo de “nacional”) “la Roja”.
Todo país tiene glorias a las que
cantar y que celebrar. Todo país tiene grandes miserias que tapar. Pero nadie,
solo nosotros, se recrea hasta la náusea en sus errores del pasado… ¿Ven ustedes
a la izquierda alemana dándose golpes de pecho porque su país causó dos guerras
mundiales (¡Dos!) y millones de muertos? ¿Ven ustedes a la izquierda de EEUU
recrearse en la extinción de razas enteras durante la colonización?
No me gusta Marta Sánchez ni lo
que representa en la música ni en el mundo moderno, pero ha resumido en un solo
hecho lo que muchos españoles esperaban. Sí, sí, sí, la letra es personal… no
vale para… no, no vale, pero esta señora ha estado desacomplejada y ha
afrontado el gesto con decisión y valentía, sabía la tormenta que iba a
descargar sobre ella y no le ha importado. Esa decisión y esa valentía les
faltan a muchos de nuestros políticos. Unos por apocados y acomplejados. Otros
por empecinados en negar cuanto de bueno hay en nuestra historia o cuanto de
positivo hay en nuestra realidad, siempre empeñados en tener presente a Franco.
Venga a cuento o no, sirva de mera excusa o sirva de triste escondite para sus
limitaciones. El pueblo español, hastiado de creerse fascista, franquista o
nazi simplemente por ser español les está dando un severo correctivo.
Finalizo: para algunos políticos
la bandera española o el himno no significan nada, solo son un trapo y una
música fachosa. Son los mismos que no han dicho nada ante banderas e himnos de
algunas regiones que, evidentemente, deben resultarles mucho más dignas de
respeto.
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