Palencia es una emoción:

06 octubre 2005

CAFÉ ( o achicoria, depende) PARA TODOS

Estoy firmemente convencido de que uno de los errores de la Transición fue extender a todas las regiones la autonomía que entonces reclamaban cuatro catalanistas, cuatro vasquistas y un par de galleguistas. “¿Qué es eso de tratarnos a todos igual?” debieron pensar los más avispados nacionalistas, “que nosotros somos catalanes, eh”. O vascos. “La autonomía para el que la trabaja”, seguro que añadieron. ¿Tratar a Asturias como al País Vasco? ¡Pero a quién se le ocurre!
Algún político cándido con demasiado poder pensó que ésa era la forma de minimizar riesgos, de no hacer diferencias y de tratar a todos por igual. Vaya tontería. Cuando es exactamente eso lo que los privilegiados nacionalistas no quieren, que a ellos les va jugar con ventaja. Incluso algún político de CiU lo dijo entonces: “Cataluña no es igual que Murcia”. Pero UCD, torpemente, dijo que sí, que autonomía para todos. Autonomía para Andalucía, autonomía para Extremadura, autonomía para Aragón ¿Y para Castilla? ¡¡Noooooooo!! Para Castilla no, clamaron los catalanistas. Para Castilla no, exigieron los vasquistas. “Con lo grande que es Castilla, la de diputados, la de senadores, el poder que tendría!! ¿Porque qué podemos esperar de Castilla? Nada bueno, bastante centralismo tenemos ya, y además son culpables de lo de la guerra civil.”
Y como ya se les había llevado la contraria mucho y no convenía cabrearlos más, al fin y al cabo se les necesitaba para consensuar cosas, A.P, U.C.D. y PSOE estuvieron de acuerdo en que era muy importante impedir el reconocimiento de Castilla y la trocearon en cinco regioncillas miniautonómicas de la señorita Pepis, no fuese a ocurrir que los nacionalistas se pusiesen de morros. Total, si éstos no existen desde lo de Villalar, y nunca protestan, y son dóciles, y no se quejan, y nos siguen votando, a cambio nos ganamos a CiU y al PNV.
Así que se extendió aquello del café para todos, si bien para unos era café-café y para otros achicoria. Para unos en porcelana de Sèvres y para otros en el mismo vaso en el que se tomaban las muestras para el urólogo. Bien lavadito, eso sí, que somos muy higiénicos.
Pero aquello empezó a derivar por derroteros muy feos para algunos nacionalistas; en el fondo cualquiera podía decir que tomaba café, algunas comunidades ampliaron sus competencias y hasta tenían la osadía de echarse azúcar y todo. Así que se inventaron lo de las autonomías históricas... Ah, no, nosotros somos históricos, no somos como los demás, con nosotros no podrán, hasta aquí han llegado.... Les dio igual y empezaron a salir comunidades históricas por doquier, todas menos Castilla, claro, que no existía. Que no existe. Que dígale usted a La Rioja que no, que ellos no son históricos, que son capaces de tirarnos a la cabeza las obras completas con estrambote de Gonzalo de Berceo o ponernos San Millán por montera.
Puesto que la cosa no les había salido bien volvieron a reaccionar. Cualquier cosa antes que un cántabro, un extremeño o un murciano fuesen como un catalán o un vasco, no, señor, no. Y reaccionaron. Y se inventaron el plan Malaleche. El plan Malaletxe. Y ahora, el nuevo estatuto de Cataluña en plan nosaltres som una nació, oiga usté. Que aunque haya diferencias entre ambos también hay similitudes, como por ejemplo pretender imponer la reforma del Estado desde una región a todas las demás, que es que no son históricas, las pobres, que ande irán asín, sin Historia ni na. Y es que no pretenderá usted, torpe lector, equipararse en nobleza, títulos, derechos, dignidad y otras zarandajas a un nacionalista catalán o vasco.
Qué quiere, lector, de todas estas cosas me he acordado y algunas otras he exagerado cuando he leído a Maragall decir que ya se le acabó a las Españas exprimirle la teta a Cataluña. O cuando he leído a Carod Rovira decir que con el nuevo estatuto quedará claro que no es lo mismo Cataluña que La Rioja. Se lo juro, se lo juro, ambos lo dijeron.
¿Y Rodríguez? Sonriendo, claro, sonriendo mucho.

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