Ya sé que me repito mucho, hasta el otro día en la tele, pero aún así quiero insistir: Soy católico. Si otros declaran públicamente su orgullo de ser ateos, homosexuales o de militar en tal partido ¿no podré hacerlo yo de ser católico? Pero ser ateo, comunista o radical sindicalista está aceptado, incluso bien considerado por la sociedad. Ser católico... empieza a ser políticamente incorrecto. Y a mí me "pone" llevar la contraria a lo políticamente correcto. Me parece que los católicos hemos ido acumulando demasiados complejos y deberíamos empezar a salir del armario. Ruidosamente. Estruendosamente.
Pero no me reconozco en la Iglesia que ha salido el pasado sábado a las calles de Madrid. Considero que ésa no debe ser su tarea, que su misión (su Misión) es otra. Me gustaría que fuera el compromiso de los cristianos lo que la mantuviera económicamente, y no los Presupuestos Generales del Estado. Me gustaría que a los padres y niños católicos no les pesara el esfuerzo de ir a clases de religión... fuera del horario escolar. ¿Quién dijo que ser cristiano es fácil, cómodo y divertido? Tampoco me encuentro entre tantos palentinos entregados a los más débiles en América o África. Lamentablemente me falta valor (y muchas otras cosas) para darme a los demás hasta el extremo de amigos míos que han renunciado a su familia, a su carrera, a su país y a su vida para atender a enfermos incurables, llevar medicinas adonde los Estados no pueden llevarlas y hablar de Dios. Me gusta la buena vida, qué le voy a hacer, y de momento no tengo ni puñeteras ganas de renunciar a las comodidades de las que me he rodeado. Mea culpa.
Pero no basta hablar del sacrificio de los que se van a misiones. Aquellos sacerdotes que trabajan entregada y calladamente en su parroquia, llevando una sacrificada labor pastoral en medio de la soledad, la indiferencia y la incomprensión me parecen tipos dignos de toda alabanza.
Por todo ello me duelen tanto determinadas posturas de la cúpula eclesial como los estúpidos e innecesarios ataques, decimonónicos, histriónicos, excesivos y virulentos, de fatuos giliprogres que han encontrado una forma fácil de manifestar su resquemor y su intolerancia a los que piensan distinto. Hoy dispararle a la Religión tiene el aplauso y las risas generales de cierta masa social. Y pobrecito aquel miembro más o menos destacado de la Iglesia que se pase un centímetro de la raya. De cualquier raya.
Lamento el abandono general de los templos y los seminarios vacíos. Creo que en buena medida nos lo hemos ganado a pulso los propios creyentes; más, quienes más influencia han tenido. Con la autoridad, el poder, y el peso absolutos en todos los ámbitos (político, cultural, militar, en la comunicación, en la enseñanza) y en todos los niveles (desde el pueblo más pequeñito hasta las grandes ciudades y los grandes organismos del Estado) que ha acumulado la Iglesia durante dos mil años, muchos y muy graves errores ha debido cometer para que el pueblo, su pueblo, le haya vuelto la espalda y prescinda de su opinión en temas como el aborto, el divorcio, el preservativo, matrimonios homosexuales y tantos otros. Hoy todas las Iglesias, pero más las más acomodaticias, están siendo barridas de los hogares. Quienes se bautizan, hacen la Primera Comunión o se casan por el rito eclesial lo hacen en un elevadísimo porcentaje por seguir una popular tradición. Secular.
Como funcionario cumpliré fielmente lo que la LOE disponga, pero yo también me manifiesto, sin salir a las calles de Madrid, tanto en contra de hipotéticos privilegios como de aquellos aspectos que no devuelven a maestros y profesores el prestigio y la autoridad que nunca se les debió arrancar, y aquellos que no valoran debidamente el trabajo de sus mejores alumnos, diferenciándolos suficientemente de aquellos otros impermeables al esfuerzo de la sociedad con ellos.
No sé si España ha dejado de ser católica, pero sí sé que para serlo no basta estar inscrito en un polvoriento registro de bautizos.
Pero no me reconozco en la Iglesia que ha salido el pasado sábado a las calles de Madrid. Considero que ésa no debe ser su tarea, que su misión (su Misión) es otra. Me gustaría que fuera el compromiso de los cristianos lo que la mantuviera económicamente, y no los Presupuestos Generales del Estado. Me gustaría que a los padres y niños católicos no les pesara el esfuerzo de ir a clases de religión... fuera del horario escolar. ¿Quién dijo que ser cristiano es fácil, cómodo y divertido? Tampoco me encuentro entre tantos palentinos entregados a los más débiles en América o África. Lamentablemente me falta valor (y muchas otras cosas) para darme a los demás hasta el extremo de amigos míos que han renunciado a su familia, a su carrera, a su país y a su vida para atender a enfermos incurables, llevar medicinas adonde los Estados no pueden llevarlas y hablar de Dios. Me gusta la buena vida, qué le voy a hacer, y de momento no tengo ni puñeteras ganas de renunciar a las comodidades de las que me he rodeado. Mea culpa.
Pero no basta hablar del sacrificio de los que se van a misiones. Aquellos sacerdotes que trabajan entregada y calladamente en su parroquia, llevando una sacrificada labor pastoral en medio de la soledad, la indiferencia y la incomprensión me parecen tipos dignos de toda alabanza.
Por todo ello me duelen tanto determinadas posturas de la cúpula eclesial como los estúpidos e innecesarios ataques, decimonónicos, histriónicos, excesivos y virulentos, de fatuos giliprogres que han encontrado una forma fácil de manifestar su resquemor y su intolerancia a los que piensan distinto. Hoy dispararle a la Religión tiene el aplauso y las risas generales de cierta masa social. Y pobrecito aquel miembro más o menos destacado de la Iglesia que se pase un centímetro de la raya. De cualquier raya.
Lamento el abandono general de los templos y los seminarios vacíos. Creo que en buena medida nos lo hemos ganado a pulso los propios creyentes; más, quienes más influencia han tenido. Con la autoridad, el poder, y el peso absolutos en todos los ámbitos (político, cultural, militar, en la comunicación, en la enseñanza) y en todos los niveles (desde el pueblo más pequeñito hasta las grandes ciudades y los grandes organismos del Estado) que ha acumulado la Iglesia durante dos mil años, muchos y muy graves errores ha debido cometer para que el pueblo, su pueblo, le haya vuelto la espalda y prescinda de su opinión en temas como el aborto, el divorcio, el preservativo, matrimonios homosexuales y tantos otros. Hoy todas las Iglesias, pero más las más acomodaticias, están siendo barridas de los hogares. Quienes se bautizan, hacen la Primera Comunión o se casan por el rito eclesial lo hacen en un elevadísimo porcentaje por seguir una popular tradición. Secular.
Como funcionario cumpliré fielmente lo que la LOE disponga, pero yo también me manifiesto, sin salir a las calles de Madrid, tanto en contra de hipotéticos privilegios como de aquellos aspectos que no devuelven a maestros y profesores el prestigio y la autoridad que nunca se les debió arrancar, y aquellos que no valoran debidamente el trabajo de sus mejores alumnos, diferenciándolos suficientemente de aquellos otros impermeables al esfuerzo de la sociedad con ellos.
No sé si España ha dejado de ser católica, pero sí sé que para serlo no basta estar inscrito en un polvoriento registro de bautizos.
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