Palencia es una emoción:

05 noviembre 2005

NADIE ES MÁS QUE NADIE

Estamos Matías y yo ante sendas tazas de café. La tarde de noviembre es de difuntos. Porque lo es y porque es ventosa y oscura. Nos hacen anochecer antes de tiempo y luego pasa que están los cuerpos y los espíritus rebeldes y sin saber si ir a casa o echarle otro pulso al tiempo tras el escaparate de la principal cafetería del barrio. Entre sorbo y sorbo debatimos casi tanto como en el Congreso. Pero sin insultarnos.
Para mí que lo que Maragall y sus ayrgamboys quieren es okuparnos a los demás y decir que son pobres y tienen derecho a una vivienda digna. Y el juez que entre todos hemos escogido ni se inmuta, sólo sonríe. Que es que estos pobres chicos son unos necesitados y unos incomprendidos y los que hemos pasado veinte años pagando una hipoteca, la luz, el gas, los impuestos, tasas de alcantarillado y además hemos aguantado estoicamente las reuniones de la comunidad somos unos capitalistas insolidarios.
Matías sin embargo opina que lo que pretenden es que seamos todos catalanes. ¿Que ha nacido usted en Tórtoles de Esgueva? ¡Catalán! ¿En Torredonpacheco? ¡Catalán! Y se aguantan, coño. Y como todos somos catalanes y ellos son el cherif y sus ayudantes pues nos “autogobiernan”, quieras o no. Y por nuestro propio bien nos dicen cómo tiene que ser España, cómo tiene que organizarse y quién tiene que beneficiarse a los demás. De los impuestos de los demás, quiero decir. Eso o somos unos fascistas españolazos desagradecidos. Todos menos nuestros diputados socialistas palentinos a los que, parapetados tras sus escaños, no hemos oído defendernos. ¿A qué esperan para decirnos lo que piensan? O lo que no piensan. Si es que piensan.
En lo que ambos coincidimos es en que están a punto de conseguir su propósito, sea okuparnos o hacernos a todos catalanes. Porque el juez sigue sonriendo sin más. Pero el mal no empezó cuando Maragall ni cuando Pujol. Que nuestros pueblos se despoblaron con Franco. Y Franco y sus ministros enclavaron las empresas, las inversiones y la riqueza donde quiso el dictador, obligando a miles de castellanos a dejar campos y pueblos abandonados. Para unos las industrias, para otros el destierro. Puede que Cataluña tenga “Identidad nacional”, como dijo Zapatero. ¿Pero Castilla es menos? ¿Tiene menos Historia? ¿Menos derechos? ¿O simplemente es que nos dejamos tocar los “tegumentos procreativos” con más paciencia? Puestos a jugar juguemos todos con las mismas cartas, ¿por qué Castilla no va a ser una nación, una “identidad nacional” o cualquier otro artificio con que se envuelva la cosa? Nadie es más que nadie. ¿Nadie?
Habiendo tantos castellanos en Cataluña puede ser lógico que vengan los catalanistas (no los catalanes, doña María) a ocupar nuestros pueblos abandonados. Así conseguiríamos repoblar nuestra envejecida Castilla, al menos los fines de semana y/o puentes largos. Los grandes beneficiados de la dictadura franquista pretenden seguir siéndolo con la Democracia. Matías me insiste lo que le gustaría ver a Rajoy echándose al coleto también una copita de cava castellano, que lo hay de calidad.
Y mientras tanto los santos sin recoger, que hace seis años que denuncié en este periódico la situación del museo Marès, donde centenares de obras de los más grandes artistas castellanos permanecen expuestas sin que en muchos casos se conozca el misterioso procedimiento por el que salieron de Becerril, Paredes, Ampudia o tantos otros pueblos. Que es que siempre tiran del mismo lado de la cuerda, que si tiramos los demás nos llaman rompecuerdas, o sea. El caso es que cuando voy a enviar este artículo me llama Matías y me espeta que en una de las más importantes factorías de Palencia se están recogiendo firmas para reclamar este patrimonio palentino. Son decenas los trabajadores que, hartos de lamentarse vanamente, han firmado para exigir que vuelva a Palencia lo que de Palencia salió con trampas, presiones y maneras poco claras.
Después de seis años se me eleva el espíritu.

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