Palencia es una emoción:

29 marzo 2007

Vivir en la Moncloa es no vivir

A mí no me preocupa que Zapatero no sepa lo que vale un café. Qué más da lo que valga en las cafeterías de la Gran Vía si él por allí no pisa, ése es terreno de derechas, vade retro. A Zapatero le basta saber lo que cuesta ese café en La Jeroma, cafetería de tronío donde se da cita lo más granado del lumpen de mi barrio, donde todo el vicio del mundo se cita a partir de las seis de la mañana para mojar unos churros con chocolate. O para mojar lo que se pueda.

A mí no me preocupa que Zapatero no sepa lo que vale un café, en La Moncloa no los paga, se los sirve entre sonrisas y algodones un mayordomo vecino mío que responde al patricio nombre de Julio César. A mí lo que me preocupa es lo lejos que queda la Moncloa de las calles de Madrid y lo lejos que le pilla a Zapatero La Jeroma y lo lejos que le pilla la calle en que yo vivo. Vivir en la Moncloa es hacer oposiciones a no vivir, a permanecer aprisionado por sus altos y espesos muros, encerrado como Ortega Lara, pero en cárcel de oro y con Julio César sirviendo copichuelas de vez en cuando a los ministros que se dejan caer por allí a ver qué pasa con lo mío.


Lo malo de vivir en la Moncloa es desconocer el precio de los pisos, lo que cuesta la gasolina y lo lejos que queda el colegio de los hijos. Lo malo de vivir en la Moncloa es vivir en la Moncloa y vivir separado del envenenado mundo por un inmenso jardín de las delicias que hace de barrera estanca e impide que circule el aire de la calle, que lleguen las voces de los simples ciudadanos, nuestras aspiraciones, quejas y enfados. Lo malo de vivir en la Moncloa es que no llega el ruido de las manifestaciones en la Cibeles, lo malo de vivir en la Moncloa es que España queda muy lejos y sólo se la puede ver en las fotos de las portadas de El País, una España chachipiruli en la que de vez en cuando algunos se manifiestan sólo por puñetera envidia, porque saben lo bien que se vive allí dentro y quieren ser ellos los inquilinos. Así por eso se manifiestan desde la ingrata derecha extrema hasta esos jóvenes inquietos e impacientes que quieren tener casa ya mismo para no ver a sus padres más que los sábados al llevarles la ropa de la semana y recoger la propina.


Lo malo de vivir en la Moncloa es tener que salir a saraos y fiestas diversas como ésa que le organizaron ayer por la noche en Televisión Española para poder pagar el alquiler. Vives en la Moncloa y pareces muy importante pero has de salir igualmente a ganarte el sueldo, peleándote con cien españoles hieráticos y acomplejados que a la que te pillan en un renuncio te sueltan una fresca y te mientan a Franco. Con saliditas como las de ayer Zapatero busca poder pagar el alquiler de la Moncloa durante otros cuatro años. Otros, que viven en las chabolas de la autopista que ronda mi pueblo sin detenerse, se ponen en la puerta de la iglesia de los Carmelitas para pagar el alquiler, extienden la mano y al cabo de unas horas sacan para pagar un bocadillo en la Jeroma y recuperar fuerzas pa seguir recogiendo cartones al cierre de las tiendas.


Julio César también vive en la Moncloa pero sale más a menudo, no hay fin de semana que resista el ambiente almibarado de las sonrisas de Zapatero y aprovecha su día libre para acercarse hasta la Jeroma, moja lo que puede y luego le cuenta a su jefe cómo es la vida por el exterior. Su jefe le tiene prometido que igual un día se pasa por allí para conocer las necesidades de la otra España, esa subEspaña que no vota por si cobran y porque en su mundo-lumpen no informan de eso, quizá porque no importa porque no pagan. Todas las informaciones importantes de La Jeroma son siempre orales y básicamente se reducen a dos: “¿Cuánto?” y “¿Estás sano?”.


Eso sí, el café es a ochenta céntimos.

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