Ya hemos presenciado varias cosas poco claras, demasiados supuestos “errores” involuntarios de miembros del PP. Algo ocurre en los segundos o terceros niveles del partido, será la necesidad de ganar las elecciones, el miedo, nerviosismo o mala fe y mala voluntad, que también se pueden suponer. Pero además de referirme al segundo o tercer nivel de responsabilidades del PP como causantes de varios supuestos fraudes, no quiero dejar de aludir a las reiteradas, vanas y torpes excusas que sus más altos representantes farfullan con tal de echar balones fuera.
Quizá sea demasiada la ansiedad que algunos cargos políticos soportan, quizá se juegan demasiado, pero tanto el caso de las falsas papeletas de voto por correo como en la torpe modificación del censo en la provincia de Lugo, incluyendo en él a presidiarios y ancianos acogidos en una residencia de ancianos, centran el miedo, las sospechas y todas las precauciones ante un posible fraude sobre el PP. Puede que sean sólo dos casos aislados, ojalá, pero todo parece indicar que hay fuertes intenciones de fraude y de juego sucio, propios de república bananera y no de un país europeo del siglo XXI. Esto no había sucedido con tanto descaro, tan pública y publicadamente, en toda la Transición. Empiezo a pensar si algunos nos quieren retrotraer a la década de 1930.
Deben los dirigentes del PP alejarse clara, contundente y públicamente de toda sospecha, condenar los actos, en vez de excusarlos, y repudiar a los que los han llevado a cabo, borrándolos de las listas o incluso expulsándoles del partido. Mostrándonos su limpieza y su generosidad ganarán en votos y en credibilidad, pero si estas situaciones se repiten y desde la calle Génova no se toman las medidas para evitar sucesivas situaciones semejantes la sospecha caería sobre todo el PP a nivel nacional, condicionando claramente el resultado de estos próximos comicios, afectando la duda a todos los representantes del PP allá donde hayan salido elegidos y poniendo en riesgo la continuidad de un partido que en la peor de las circunstancias ha tenido diez millones de votantes.
Quizá sea demasiada la ansiedad que algunos cargos políticos soportan, quizá se juegan demasiado, pero tanto el caso de las falsas papeletas de voto por correo como en la torpe modificación del censo en la provincia de Lugo, incluyendo en él a presidiarios y ancianos acogidos en una residencia de ancianos, centran el miedo, las sospechas y todas las precauciones ante un posible fraude sobre el PP. Puede que sean sólo dos casos aislados, ojalá, pero todo parece indicar que hay fuertes intenciones de fraude y de juego sucio, propios de república bananera y no de un país europeo del siglo XXI. Esto no había sucedido con tanto descaro, tan pública y publicadamente, en toda la Transición. Empiezo a pensar si algunos nos quieren retrotraer a la década de 1930.
Deben los dirigentes del PP alejarse clara, contundente y públicamente de toda sospecha, condenar los actos, en vez de excusarlos, y repudiar a los que los han llevado a cabo, borrándolos de las listas o incluso expulsándoles del partido. Mostrándonos su limpieza y su generosidad ganarán en votos y en credibilidad, pero si estas situaciones se repiten y desde la calle Génova no se toman las medidas para evitar sucesivas situaciones semejantes la sospecha caería sobre todo el PP a nivel nacional, condicionando claramente el resultado de estos próximos comicios, afectando la duda a todos los representantes del PP allá donde hayan salido elegidos y poniendo en riesgo la continuidad de un partido que en la peor de las circunstancias ha tenido diez millones de votantes.
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