Leo en un periódico digital la historia alucinante de una española exprés. Según ella misma cuenta se enamoró, se casó y se divorció a velocidades que ni Fernando Alonso. Su noviazgo duró doce días y se divorció a los dos meses de matrimonio. Y me parece a mí que sin haberse dado cuenta se ha convertido en paradigma de parte de los males de nuestra sociedad. Una sociedad de vértigo es una mala sociedad, una sociedad que todo lo quiere para antesdeayer es una sociedad enferma, que no sabe lo que quiere, que no valora lo que tiene y que muy posiblemente se aburre de lo que tiene.
Siempre se ha dicho que vivimos en una sociedad con prisas, generalmente refiriéndonos a las prisas urbanas, con el trabajo, el cole y la familia a mil leguas unos de otros, yendo sin resuello de acá para allá. Pero el problema va más allá, la prisa es ya por vivir, por vivir precipitadamente, hay que disfrutarlo todo cuanto antes mejor, no sea que no nos dé tiempo. La acumulación de sucesos venturosos en el menor plazo posible se confirma como una de las prioridades de nuestra vida, quizá porque tenemos miedo de que nos sobre tiempo para pensar, el gran demonio de nuestra época. Vade retro.
Estamos perdiendo el norte, estamos perdiendo la razón de vivir, estamos viviendo para el placer vertiginoso, hedonistas acelerados que somos. Hedonistas irresponsables también, me temo. Ganas me dan de escribir una oda a la vida retirada, pero me suena que ya lo ha hecho alguien mucho mejor que yo. Además, en el siglo XXI sería una ingenua e infeliz ocurrencia y para ocurrencias ya tenemos bastante con las que se producen en los plenos de las Cortes.
La vida exprés se parece demasiado a la comida rápida; comida basura, vida basura. Pero lo contrario a la comida basura no es El Bulli, no es necesario comer en el llamado mejor restaurante del mundo para comer bien y saborear una cocina sabrosa, sana y de calidad. Basta con comer en la propia casa o en alguno de los miles de buenos restaurantes que pululan por las Españas. Peo sobre todo basta con comer con más serenidad y delectación, disfrutando de lo que se está haciendo en ese preciso momento, sin esperar con nerviosismo e impaciencia a lo que va a venir después.
Con la vida debe pasar igual, seguramente. Para huir de la vida basura no debe ser necesario llevar vida de marqués multimillonario, quizá baste con tener una vida digna, saboreando cada uno de los pequeños momentos de cada día, llevando la complacencia a un paseo urbano, a cualquier valle rural de la España profunda, disfrutando de una soleada mañana en la compañía adecuada. Eso sí, viviendo con más serenidad y delectación, disfrutando de lo que se está haciendo en ese preciso momento, sin esperar con nerviosismo e impaciencia a lo que va a venir después.
Yo trato de enseñárselo a mi hija. Todos los días.
Un ciego en el cine Capitol: 01 El Capitol
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Alguien tuvo la humorada de colocarle al viejo y decrépito cine de mi
pueblo el pomposo nombre de “Capitol” quizá queriendo arrastrar con el
nombre el glam...
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