Palencia es una emoción:

18 enero 2010

¡Viva Hugo Chávez, carajo!

Pues me van a perdonar todos los lectores pero estoy de acuerdo con Chávez, aunque sólo sea parcialmente, pues estarlo por completo es algo sólo al alcance de unos pocos afortunados que se alimentan de sus palabras. Exclusivamente, quiero decir. Sólo quien se alimenta exclusivamente de una fuente tiene capacidad para seguirla sin dudas ni preguntas. Yo no soy de esos, afortunadamente.

Pues bien, hoy estoy de acuerdo con uno de sus últimos exabruptos, una de sus últimas veleidades, uno de sus últimos caprichos. El Gorila Rojo ha desencadenado una guerra, de momento sólo verbal y gestual, al mundo entero, especialmente al mundo capitalista. Bueno, seamos sinceros, le ha declarado la guerra a todo el que no piense como él. Y como parte del decorado de esa guerra de cartón piedra ha proscrito, o no tardará en hacerlo, las máquinas de los video juegos, especialmente la Playstation, pronúnciese “Pleisteision”, plis. Y mire usté por donde, quién iba a pensar que servidor iba a dar la razón a Hugo Chávez, pues la tiene, ¡¡¡diantre!!!


Dice el presidente bananero (el bananero es él, no su país) que los video juegos son un veneno del capitalismo, para vender armas, que hay juegos que enseñan a matar. Y yo estoy de acuerdo en el fondo del mensaje, aunque no en las exageradas formas ni en las maneras populacheras de Chávez. Los video juegos en general son puro veneno que en nada contribuyen a la mejora social, además de que razón hay en esa queja que no es exclusiva del Gorila Rojo, de la híper violencia de muchos de esos juegos que contribuye a crear un mundo imaginario en el que todos los problemas se solucionan con violencia exagerada e innecesaria. Por contribuir a algo, esos juegos contribuyen a la alienación de valores de niños y adolescentes y a la carencia de relaciones sociales en general y familiares en particular.
 
Y esta queja es sólo una de las muchas que se pueden hacer al desarrollo de nuestra sociedad. Sin embargo sólo es una cuestión de control, por otra parte. O de la falta de control, de la misma falta de control que la sociedad padece. Hemos confundido profundos valores sociales, de modo que a la permisividad llamamos libertad de expresión y a ver quién es el guapo que se pone a coartar la sacrosanta libertad del pueblo. Cualquiera se anima a hacer efectivos los controles teóricos, de horario o de edad, que ya existen en nuestra inútil legislación, cualquiera se atreve a impedir esa inhumana violencia de algunos juegos o la híper sexualidad de algunas series inapropiadas ofrecidas al alcance de cualquier mente inmadura.

Ay, del político que proponga tamaño dislate. Sobre él caerá la sociedad acomplejada que padecemos llamándole censor franquista, antidemócrata y carcamal antediluviano, vade retro.

¿Saben qué les digo? Que se joda la sociedad, ella lo pagará y no estaremos para padecerla, que cada palo aguante su vela.






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