Que me he quedado sin azúcar para el desayuno, paso en ca los vecinos para pedirles un par de cucharaditas y ya me quedo a desayunar con ellos, generosos que son. Buenos “colegas” se diría en el lenguaje estúpidamente coloquial de la actualidad.
Entre “toma un poco más” y “mira lo que tengo” nos acompaña en la mañana del domingo un programa de radio que de pronto presenta un debate sobre los símbolos religiosos. El diálogo sigue de fondo al desayuno sin que aparentemente le prestemos mucha atención. Ésta es la España de Zapatero, metida en debates anquilosados en los años treinta, para que luego digan del Papa, y con cinco millones de parados. Cristo sí, Cristo no, cuando el debate debía ser la pasión de cinco millones de españoles. Memoria histórica sí, memoria histórica no, pero cinco millones de españoles no recuerdan lo que significa trabajar ni de cómo llegar a fin de mes. Zapatero pasará a la Historia como el más nefasto presidente de los últimos gobiernos españoles, por haber radicalizado a una sociedad que había asumido su pasado, por haber atizado los rescoldos de la España que pudo ser y afortunadamente no fue y por haber despreciado la crisis mundial, sobre todo por haber despreciado la crisis mundial, mindundeándola y no atacándola desde el primer indicio. Despreció la crisis hasta que los parados llegaron a niveles de la última “pantanada” de los años sesenta. Los españoles volvemos a la emigración a Alemania, Suiza o Liechtenstein, pero en vez de obreros ahora exportamos licenciados. Cuarenta años después algo hemos ganado.
Sin embargo el debate no está en el paro, no. Para la inteligencia zapateril, para la ingeniería ideológica gubernamental el debate está en las cruces. Zetapismo puro y duro. Zetascapismo. Lo moderno, lo guay, lo correcto, lo popular es dar leña a los sentimientos religiosos, a la Iglesia, al Papa y a todo lo que huela a catolicismo aprovechando que la pederastia pasa por Valladolid, olvidando que el paro pasa por la Moncloa. La mayoría de los medios de comunicación que supuestamente apoyan las posiciones de la Iglesia soportan el embate estoicamente, ¿estólidamente?, defendiéndose a duras penas, casi consintiendo avergonzadamente, aguantando el chaparrón, sin marcar con contundencia sus posiciones, casi poniendo la otra mejilla.
Nuestra conversación y nuestro desayuno siguen, aparentemente ajenos a la radio, al debate y a la calentura de algunos intervinientes. Antes de que los churros se agoten, sin que la conversación haya decaído, que si los hijos, que si Fernando Alonso, que si el Real Madrid, que cuánto llueve este otoño, ya ve usté, mi vecina se levanta de improviso, apaga la radio con gesto brusco y le dice a su marido: “Y cuando vayas a por el pan compras también La Gaceta, para darles en toda la boca”.
Los demás miramos divertidos, entre comprensivos y asombrados. Ella nos mira, levanta con orgullo la barbilla y añade: “Nunca he aceptado que me digan cómo tengo que vestir, qué tengo que leer, cómo tengo qué opinar. De chavalilla era yo la que sacaba a bailar a los mozos del pueblo, para escándalo popular. Cuanto más me presionan más reacciono en sentido inverso. Compra la Gaceta para darles en toda la boca”.
Pasa la mañana. Pasa el día entero, la semana y el año. Otro año. El debate sigue siendo la Iglesia, no la crisis ni la indefensión popular ante ella. Zetapismo, Zetascapismo digo.
Me voy a comprar la Gaceta.
2 comentarios:
Aquí otro lector de La Gaceta. Aunque sólo sea para darles un "zas" en todo la boca a los progres, hay que comprar La Gaceta. Y de esta forma aún seremos libres.
¡Un fuerte abrazo!
Un abrazo, José Manuel. Y gracias por seguirme.
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