Déjenme que me encoja de hombros
y les diga que me da igual el nombre del vencedor de las próximas elecciones.
Déjenme que les diga que tal y como están las cosas no habrá mucha diferencia
entre lo que haga el PP y lo que haga el PSOE. Déjenme que les diga que dada la
catástrofe económica a la que nos ha llevado ZapaHuero me da igual quién haga
los recortes, me da igual quién me baje el sueldo, quién me retrase la
jubilación y quién, aún llegado a la edad merecedora del retiro, me exija cada
año más por devolverme en forma de menguada pensión aquellos dineros con los
que yo contribuí a las pensiones de otros.
El problema económico, la
desmesurada ruina en la que nos hayamos sumidos, se soluciona con enormes
sacrificios y con una adecuada gestión política y en ambos bandos (¿bandos? Sí,
bandos) hay buenos y malos gestores. Sí, sé lo que el lector está pensando no
sin razón, que de malos gestores los socialistas han dado más contundentes
pruebas. España está conmocionada por la magnitud de la devastación actual y
sólo pide salir como sea de ella.
Todas las promesas de los
candidatos irán encaminadas a arreglar el caos que heredamos del más inepto
presidente de la democracia española. Pero además está la ideología de cada
partido, el liberalismo y su “que cada uno se las arregle como pueda” o el
socialismo con su férreo control de la sociedad y su marcada tendencia a
igualar a todos por el rasero del peor, del más torpe o del más infeliz. Y
pongan dentro de cada ideología las diversas ramas, los varios matices y las
diferencias de tonalidades que ustedes quieran.
Rubalcaba ya ha mostrado parte de
su jugada empezando por señalar, una vez más, a la Iglesia como causante de
todos los males. ¿Por qué antes de recortar en mullidas alfombras rojas, en
coches oficiales o en televisiones públicas la salida más fácil es cargar
contra la Iglesia? ¿Por qué en vez de proponer soluciones al paro y a la
quiebra de empresas la ocurrencia más facilona es acogotar un poco más cada
vez, cada día una vuelta de tuerca más, a la Iglesia? ¿No es pura demagogia
decimonónica?
Frente a la clara apuesta
ideológica socialista, en éste y otros terrenos, Rajoy no va a poder hacer
nada. Los votos que va a recibir no van a ser para desmontar la maraña de leyes
de memoria histórica, matrimonios homosexuales, leyes de igualdad, barra libre
abortiva, supuestos derechos de los menores frente a sus padres… etc. Nada va a
poder hacer frente a la tolerancia social, policial y política con los
botellones, clara manifestación de desorden social, nada va a poder hacer por
modificar la relación entre las diversas partes en escuelas e institutos, nada
va a hacer para reforzar la autoridad de los profesores. Nada va a poder hacer
contra esos infectos programas de televisión que en nombre de la libertad de
prensa, en nombre de la democracia o del respeto al diferente ofenden el más
mínimo sentido común, el buen gusto, la ética y la estética.
Y si hablamos del terreno
autonómico nada va a hacer Mariano Rajoy, que algún día va a necesitar el apoyo
de PNV y CiU, para buscar el cumplimiento de la ley, la Constitución y la
igualdad entre todos los españoles, con independencia del lugar donde residan.
A España todo eso le da igual, le
importa un pimiento; sólo estamos pensando en que vuelva a correr el dinero, en
que podamos ir al Caribe a tocar el culo a las negras que se dejen, en que nos
dejen prejubilarnos a los cuarenta, en que volvamos a cambiar de coche cada dos
años, en que llegue agosto para ir a Lloret y otros lugares semejantes… pero no
a bañarnos precisamente. La indecencia, la guarrería, la falta de clase, la
nula categoría humana se han impuesto en España y contra esa decadencia social
no hay nadie que pueda. Los votos que va a recibir Rajoy sólo van a ser por y para
combatir las adversas circunstancias económicas. En nada más puede esperar el apoyo de los ciudadanos. Dinero, dinero,
lo demás a España le importa un comino.
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