Chirriante lamento surge detrás
de la esquina y sube calle Mayor arriba. Palencia se sobrecoge y estira el
cuello para ver a los penitentes cruzar los Cuatro Cantones. Se sosiega el
siseo de los soportales y el seco sonido de las sandalias sacude el suelo.
Calla el pueblo, espera en silencio y clava los ojos en Jesús Nazareno,
detenido para recuperar el resuello.
Él devuelve el gesto y encuentra
consuelo en el rostro confuso de una niña que abre la boca con asombro y
pregunta en silencio tajante y sincero cómo pudo ocurrir, pero sólo el misterio
es la respuesta, sólo la fe tiene palabras, sólo en el sentimiento hay
explicación.
Un joven, oculto de sus amigos
entre la muchedumbre, se sacude el flequillo, ve la escena y siente sacudir su corazón pero nunca se
atreverá a confesarlo. Un turista, siempre atento al folklore, saca la foto de
su estremecimiento mientras Cristo eleva su rostro al cielo y clama inútilmente
sin que la cámara lo perciba.
Rudas carracas raspan los rígidos
pilares de los soportales mientras suaves capirotes de seda suavizan el asunto
y le quitan importancia. Se cierra el cielo y la tarde se oscurece, sobre el
riguroso silencio castellano pasa el vuelo leve de una capa y con la voz de
aviso se alza el paso y sigue la procesión.
Semblantes de asombro tratan de percibir qué hay detrás de tanto
sentimiento sin encontrar réplica, quizá porque la respuesta no está en el
viento sino en el ánimo de los corazones que empujan las andas que llevan a
Cristo en vuelo.
España hace una pausa de tres
días en su descreído devenir y vuelve, sólo temporalmente, por la senda de la
tradición. Hoy la vida es Vía Dolorosa y al final espera el calvario de la
crisis. Dos esquinas más allá en los luminosos altares que la modernidad ha
levantado en todas las casas, becerros de oro de la vulgaridad general son
adorados con pedestres palabras y reciben el incienso cotidiano de la zafiedad
popular. Nadie se sonroja de la obscenidad repetida, de la chabacanería
continuada; sanchopancesca España surge imparable y alimentándose de ignorancia
y resentimiento tiene cada día más postrados clientes.
Mañana volverán las aguas
sociales a su laico y materialista cauce, que el trabajo es el trabajo y el
compañero, un enemigo. Se archivarán sentimientos y emociones hasta el año que viene
y todo volverá a empezar. Es sólo un paréntesis para descargar
responsabilidades y permitir que todo siga igual. Como si nada hubiera pasado.
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