Algo hemos hecho mal cuando
estamos en una crisis como la presente, en algún punto tomamos sin darnos
cuenta el descenso hacia la situación actual. Para llegar a esta grave
situación en algún momento debimos darnos cuenta de que la marcha general no
era la adecuada. A una crisis económica tan profunda no se llega sin más. No,
no es sólo economía.
Antes, mucho antes de caer en las
garras de la catástrofe económica nos hemos hundido, y la indiferencia es el
grave error, en una crisis ética y moral de dimensiones infinitamente mayores.
Sólo desde la atalaya del desprecio generalizado a la ética y a la moral se cae
en la podredumbre social que lleva a seis millones de parados. Sólo desde el
egoísmo más rabioso se desprecia lo suficiente a los demás como para que
alguien encuentre justas las indemnizaciones multimillonarias.
Cuando todo vale, cuando
admitimos indiferentes cualquier valor social no se puede acabar en otro estado
de cosas. Cuando el gusto cerril del pueblo facilita que las televisiones ganen
millones a espuertas con bazofia corrompida es síntoma de enfermedad moral,
ética y educativa. Cuando no hay diferencia entre lo honesto y lo desvergonzado
o cuando la deshonestidad no avergüenza al deshonesto es hora de plantearse los
fundamentos de nuestra vida. Algo ha fallado en la educación del pueblo. La
educación no es sólo conocimiento, sino adquisición de valores.
Cuando tanto importa salir a la
calle con aspecto de potentado, mientras contar las vacaciones en el Caribe sea
imprescindible para la autoestima personal, cuando no importa que para pescar
compradores (de colonias, de coches) haya que utilizar señuelos en paños
menores, mientras iletrados y catedráticos tengan igual reconocimiento social,
cuando se trata con equiparación a maestros y alumnos es que algo hay que
corregir en el viaje social.
El enriquecimiento porque sí, a
costa de quien sea, a costa de lo que sea, el materialismo por encima de todo y
de todos, tan propio de la sociedad capitalista, el desprecio de las emociones
y sentimientos, de lo inmaterial, el desdén indiferente hacia todo lo que
suponga pasado indica una arraigado error social. A una crisis tan profunda no
se llega sin más, no se trata sólo de encontrar una alternativa económica sino
ética, fundamentalmente ética. ¡Cuánto tenemos que aprender de culturas
"inferiores" a nosotros!
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