Paseo por la ciudad, el buen
tiempo en la extremada meseta anima a salir y disfrutar de parques y jardines.
Las calles están llenas, las terrazas en esta crisis también. Allí enfrente la
sede del PSOE tiene las ventanas abiertas, deben estar trabajando duro por el
futuro del país; más allá está la de Comisiones Obreras y un poco más allá, en
una zona antigua, la de UGT. En la esquina del otro lado, oculta por otros edificios, está la del PP. Fachadas diáfanas, puertas abiertas, grandes mentes detrás para
proteger a los obreros o a los parias de la Tierra. También para ayudar a las
clases medias.
Dos calles más allá, la iglesia
del santo patrón de la localidad. Salen de misa señoras enseñoreadas, señores
de postín, personas de aire respetable que quizá luego no lo sean tanto. Grandes
puertas de madera, arcos y arquivoltas, sillares románicos y góticos. Dos ancianos
renegridos, sucios de pura suciedad, envueltos en abrigos tan viejos como ellos
pero impropios de este tiempo.
Miran con ojos pedigüeños y aire
ascético a los piadosos que abandonan la iglesia, tienden la mano, reclaman una
limosna por el amor de Dios. Algunos la entregan, otros pasan rápidamente para
encaminarse al bar, a casa o a las obligaciones. Lo he visto más tardes, más
mañanas. Lo he visto los días de diario y también los domingos y fiestas de
guardar: Los pobres nunca se instalan junto a las sedes de los partidos ni
junto a las de los sindicatos, siempre se colocan junto a la iglesia. ¿Por qué?
No hay comentarios:
Publicar un comentario