He aprovechado la tarde brillante
del pasado miércoles para salir a la calle y pasear sin rumbo. El tiempo gris y
desangelado de días atrás nos ha ofrecido una tregua y he disfrutado de la
calle y el parque. Me atosigaba tanta lluvia caída, me angustiaba. Ver caer
agua bien protegidos tras los cristales tiene un aura melancólica que a casi
todos nos resulta atractivo durante un tiempo, pero llega un momento en que
necesitamos que el sol traiga el triunfo de lo práctico sobre lo romántico.
Por eso pasear durante esa tarde
soleada era una exigencia urgente, ver el ímpetu de la luz sobre el césped del
parque era una necesidad que empezaba a afectar mi ánimo, ver a dos señoras
detenidas sobre la acera conversando sin prisa me pareció un aviso de que no
hay mal que cien años dure.
Inmediatamente delante de mí una
madre y su hija adolescente marchaban calmadamente, disfrutando la tregua de
las nubes sobre Palencia. La mala costumbre española de hablar demasiado alto
me traía claramente sus palabras y me asustó la brusquedad de la hija con la
madre, su zafiedad y su falta de educación contrastaban con la placidez de la
tarde. No eran meros reproches juveniles, eran provocaciones, ofensas y faltas
de respeto que a los ajenos nos escandalizaban. Y sin embargo la madre callaba.
Y consentía. Y admitía y toleraba. Y sufría silenciosa y resignadamente.
A veces me pregunto si esto es
una plaga, si ya no hay remedio, si no hay vuelta atrás. A veces me pregunto
quién ha aconsejado tan mal a parte de los padres españoles en la educación de
las nuevas generaciones, en qué punto sin retorno creímos que por ser amiguetes
guay de nuestros hijos íbamos a ser buenos padres. A veces me pregunto si entre
el autoritarismo y la mano dura de hace unos años y la gilipollez educativa de
unos cuantos padres acomplejados no hay un punto medio. España pendular.
Faltaba poco para que el sol de
la tarde cayera tras el monte El Viejo pero ya corría el viento con ligereza y
las hojas de los árboles lo pregonaban nítidamente. Aunque el cielo estaba limpio, de un azul primaveral
que podría servir para un anuncio con chavala desbordante de curvas, consulté
las previsiones meteorológicas para los siguientes días. Se nos avecina más de
lo mismo y tras una tarde brillante y primaveral vuelven los cielos grises y
nubosos y el tiempo desapacible. Ha sido sólo un engaño y el tiempo otoñal
sigue en mayo. España pendular siempre.
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