España será siempre un país fracasado mientras no solucione el espinoso asunto de las huelgas forzadas; mientras el pueblo español, los partidos, el Parlamento y los jueces se encojan de hombros ante los piquetes salvajes, fascistas y antidemocráticos España será un país tercermundista en cuestiones democráticas.
Sí, sé que es verdad que hay trabajadores que se sienten obligados a trabajar porque su empresario puede prescindir de los más rebeldes, de los más concienciados o de los más valientes. Pero una injusticia no justifica ninguna injusticia.
Es contrario a la democracia que algunos sindicalistas insulten en la vía pública a obreros que quieren trabajar. Es cínico que estos sindicalistas actúen contra pequeños empresarios que sobreviven como pueden, aún con sueldos y sentimientos de obreros. Es triste ver a sindicalistas que supuestamente son demócratas enfrentarse al dueño de un bar que quiere trabajar para dar de comer a sus hijos. O simplemente porque quiere ejercer la libertad de la que se supone le dota nuestra constitución.
Es claramente fascista echar silicona en las cerraduras para obligar a los demás a hacer aquello que tú deseas. Si semejante despropósito fuera cometido por militantes de derecha estaríamos hablando de fascismo callejero, sólo el metalenguaje propio de lo políticamente correcto disimula estos actos de intolerancia.
España será siempre un país fracasado mientras no solucione el espinoso asunto de las huelgas forzadas; mientras el pueblo español, los partidos, el Parlamento y los jueces se encojan de hombros ante los piquetes salvajes, fascistas y antidemocráticos España será un país tercermundista en cuestiones democráticas.
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