Ha habido fiesta. Aún desprende
vapor la carpa, aún se escuchan las últimas coplas. La cerveza de la tierra, que
ahora Castilla hace cerveza, ha corrido generosa pero discretamente. En la
plaza del ayuntamiento cuelgan banderas y gallardetes, en las cuerdas que la
cruzan quedan despistadas, resistiéndose a irse, fusas y semifusas.
Como cada agosto han vuelto los
que ayer se fueron, a la capital, a Bilbao, a Cataluña. Les han recibido los
que se irán, a Alemania, a Brasil, y todos juntos se han reconocido hijos
póstumos del Cerrato. Todavía exhala
calor la única pared que queda del señorial castillo, todavía por el pinar que
baja hasta el pueblo se oyen ecos de abrazos y saludos, en los alféizares se
escuchan todavía halagos y sorpresas, resuenan todavía las últimas palmadas,
aún huele el último cohete. Trajes de fiesta y bermudas, tacones y playeras,
escotes y boinas, el ayer y hoy se han mezclado en el teleclub -al que la
destreza políticamente correcta llama centro social- y se han saludado, besado
y aplaudido. Y despedido hasta el agosto que viene.
Apretadas casas forman prietas filas,
estrechas calles a las que la dureza del sol castellano ha castigado hoy sin sombra,
callejones sin nombre en un enjambre urbano crecido sin planificar, al capricho
de las necesidades, al azar de las cosechas. Ha caído la tarde pero aún el
pueblo espira las llamas que se han derramado todo el día sobre él, hierve el
asfalto, se resquebrajan los tejados, se espesa el aire. Al otro lado, enhiestos
los chopos aspiran del arroyo el frescor que todavía no ha llegado, anhelando
que corran las horas, animando con ramas y hojas el impulso del viento,
espiando el incipiente camino de la luna.
Sin embargo hoy se equivocan, hoy
el frescor viene del monte. Ha cambiado el viento y la brisa se deja caer desde
más arriba del castillo, se cuela por sus ruinas, pasea por el bosquecillo persiguiéndose
la cola y ladera abajo inunda el pueblo de perfume de pino. Se agitan las
banderitas y respiran tapiales y portones, se forma un remolino que encrespa una
falda descuidada. Llega la noche y se acaba la fiesta, las calles se vacían y
se aposta la calma; la despedida es sólo hasta el año que viene.
Dentro de un año abrazos y
parabienes inundarán de nuevo las calles mezclándose con pasodobles y jotas y
volverá a correr la cerveza artesana, que Castilla no sólo hace gran vino, que
cada vez los reencuentros son más celebrados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario