A ningún político británico se le
habría jamás ocurrido dividir a Inglaterra para contentar a escoceses o
galeses. Ni para satisfacer a los barones de su propio partido. En España un
señor de Cebreros dividió a Castilla, separando a Rioja o Cantabria de sus
orígenes castellanos. Con ello contentó a los señoritos de su extinta UCD y
favoreciendo la debilidad de Castilla favoreció la de España. ¡Ferpecto!
Castillo de Ampudia, Palencia |
No soy ningún radical, tampoco
soy rojo, republicano, facha, separatista ni gente de mal vivir. Vivo de mi
trabajo, mal remunerado por un sueldo permanentemente menguante. Simplemente
soy un burgués de clase media-media que contempla asombrado como los dirigentes
políticos, del rey hacia abajo, están acabando con su patria. Con sus dos
patrias, Castilla y su hija, España. Un burgués que contempla asombrado como en
cualquier país hablar de patria, de nación, de sentimiento nacional, está bien
visto excepto en España, donde si piensas así pasas inmediatamente a ser un
retrógrado, un franquista cavernario.
A ningún político británico se le
habría jamás ocurrido dividir a Inglaterra para contentar a escoceses o
galeses. Ni para contentar a los barones de su propio partido. Sin embargo
España dividió a Castilla, separando a Madrid (¿Qué es Madrid si no es
Castilla?), inventando una región nueva (¿Alguien había oído antes de aquel
momento hablar de Castilla-La Mancha?) para satisfacción de unos pocos y
destrucción de la madre que parió a España.
Soy un burgués de clase media que
no entiende que los políticos de izquierda tengan tan poco claro el concepto de
nación, y jueguen con él poniendo en riesgo la estabilidad social con tal de
contentar al nacionalismo catalán o vasco. ¿En qué otro lugar que no sea España
se puede hablar de una izquierda aliada con el nacionalismo? ¿Pero la esencia
de la izquierda no es el internacionalismo proletario?
España es un país con tendencia
al suicidio, de otra forma no se entiende que hayamos escogido con reiteración
y deleite a politicastros que han hipotecado nuestro futuro, vendiéndonos a las
multinacionales del dinero, como tan claramente ha dicho el papa en las últimas
horas.
Soy un burgués de clase media que
no entiende que la derecha española se llene la boca con conceptos como
“España” mientras “habla en catalán en la intimidad” (por favor, entiendan esta
frase en su contexto) cuando necesita unos cuantos votos para subir al poder. Soy
un burgués de clase media que no entiende que la derecha en España se considere
democristiana mientras roba y extorsiona, tiene queridas, se casa, se divorcia
y aborta.
Pero a pesar de no ser radical
empiezo a estar harto de España, de los políticos, de la monarquía y de los
monárquicos, de la república y de los republicanos, de derecha y de izquierda.
Empiezo a sentirme rechazado por un país que creía el mío y que ha sido
destruido por una casta desvergonzada; me rechaza un sistema electoral que
recoloca una y otra vez a los mismos parásitos, me rechazan unos ineptos
políticos que me han empobrecido, que nos han endeudado y que han convertido
una país, antes rico y próspero, en un lugar donde los jubilados no llegan a
fin de mes, donde los parados se multiplican y donde morirse puede ser un
alivio; rechazo un país en cuya desaparición colaboran gobierno, oposición y
Jefatura del Estado; rechazo un país cuya primera medida para restaurar la
democracia fue destrozar a su madre. Y desde hace cuarenta años permanece con
los brazos cruzados contemplando sin despeinarse su propia destrucción. A
ningún político británico se le habría jamás ocurrido dividir a Inglaterra para
contentar a escoceses o galeses. Ni para satisfacer a los barones de su propio
partido.
Sólo soy un burgués que rechaza un país que contempla absorto y aburrido las ofensas y
desprecios de los catalanistas mientras Castilla pasa desapercibida, sin
recibir atenciones, sin que nadie piense en ella, sin que sea, como fue, el
centro equilibrado y democrático del poder.
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