Uno esperaba más de los nuevos
partidos: Regeneración, actitudes frescas, políticas nuevas. No, no es que esto
del bolchevismo o del bolivarianismo sea nuevo, no hay nada más fracasado y
obsoleto que el comunismo, pero uno esperaba más inteligencia, mentes más despejadas
y actitudes no ligadas a los años sesenta. A los años treinta.
Porque viejo, pasado de moda,
gastado y desacreditado es el anticlericalismo. Si la izquierda se quiere
presentar como el adalid de una nueva España es absurdo volver a políticas
arcaicas, atrasadas y primitivas. ¿Qué tiene de novedad que esta nueva
izquierda prepotente intente dominar a la parte de la sociedad que está disconforme con ella? ¿Qué hay de nuevo, de
rompedor, en esa exposición de fotos de hostias consagradas de Pamplona? ¿La
intransigencia? ¿Qué tiene de regeneración esa oración blasfema de Ada Colau?
¿La intolerancia? ¿Esa exposición de coños de Carmena es la regeneración que
nos habían prometido? ¿Es democracia ese desprecio a parte de la sociedad? ¿Es
democracia ese rechazo, esa ofensa innecesaria al que piensa distinto?
Esa política de desprecio al
disidente es la que se ha hecho en España desde hace siglos, es el tradicional
“si no estás conmigo estás contra mí” que se ha cebado en España con los perdedores,
sea de guerras o elecciones, es la imposibilidad de coexistir amigablemente con
el homosexual, con el “rojo”, con el facha, con el raro, con el que se
distingue de la masa homogeneizante. Es la política de siempre. Es la
intolerancia, es el “quítate tú que me pongo yo y mis creencias”. Es lo de
siempre, nada de regeneración, nada de actitudes frescas, ninguna novedad; es
más de lo mismo, las mismas recetas que soportaron nuestros abuelos, las mismas
recetas que proporcionaron nuestros padres. Es las dos Españas machadianas que
esta izquierda pretendía superar y parece condenada a repetir.
La izquierda tiene la misma
obsesión sexual que los grandes señorones decimonónicos que tenían una amante
en cada barrio. Pero esta izquierda chabacana y ruin hace de ello un banderín
de enganche y se dedica bobamente al apostolado sexual. A esa derecha rancia del franquismo y del
prefranquismo le bastaba pasar a Perpignan, ver un programa doble y retornar a
España con el Playboy escondido en el fondo de la maleta. El apostolado sexual
se hace mucho mejor con el Playboy que con Carmena o Colau, no hay color, qué
quiere usté que le diga.
A ofender a la otra España le
llaman regeneración, la regeneración que ha practicado España desde Fernando
VII, por lo menos. Vamos por buen camino. Bueno, por el de siempre.
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