Palencia es una emoción:

25 mayo 2016

Malditas primeras comuniones

Buenos días, señores oyentes, ¿qué tal han pasado el fin de semana? ¿Tuvieron comunión? A mí también me habían invitado pero tampoco he ido. Esto de las comuniones se está volviendo pesado y…, qué caray, casualmente el mismo día tenía un safari (fotográfico, conste) que me fue imposible rehuir. Compromisos que te pone la vida por delante.

Ignoro cuándo la Primera Comunión se convirtió en una gala social, en un desfile de vanidades y vulgaridades. No termino de entender qué manía nos ha entrado a todos con engrandecer lo que debería ser un acto sencillo e íntimo. Me incomoda la cosa esta en que se han convertido las comuniones. No, no, abra bien los oídos, señor, que no estoy criticando las comuniones en sí, sino esa absurda muestra de opulencia en que se han trasformado. En otras sociedades, en otros tiempos, existían “los bailes de presentación en sociedad” de los jóvenes (y “jóvenas”) casaderos en los que las familias bienpensa…. en los que las familias "bien pudientes" se gastaban lo que cuesta un riñón; ahora entendemos que eso sería algo impropio, clasista, pero lo hemos sustituido por otros actos sociales… que no deberían ser tan sociales, aunque sí, nos siguen costando un riñón.

Hay una manía de manifestar al mundo lo ricos que somos, lo bien que nos van las cosas y lo satisfechos que estamos de cómo nos trata la vida. Encantaos de habernos conocido, oigausté. De la misma forma que necesitamos mostrar a los demás el maravilloso viaje que nos hemos montao por tierras extranjeras, y para ello echamos mano de Facebook o Instagram, también necesitamos mostrar, a mí me parece que muy impúdicamente, nuestra opulencia. Y para ello está la Primera Comunión, su banquete y los regalos. Invitamos a sobrinos, primos, nietos y demás familia aunque llevemos años sin verlos ni interesarnos por ellos. Ni ellos por nosotros. Pero hay que invitarlos, faltaría más, qué iban a decir de nosotros si no lo hacemos… Y ellos se procuran las mejores galas, pierden un día de descanso y se sienten obligados a realizar un presente al tierno infante que al final de la jornada se encuentra en las manos con tres relojes, cinco máquinas de fotos, tres o cuatro tabletas (por favor, no diga “tablets”) y varias decenas de esas maquinitas diabólicas de juegos electrónicos. Y todo ello para celebrar un momento que debería haber sido espiritual.

Y lo que debería ser un acto religioso, que exige una preparación y una conciencia tanto de los padres como del chiguito, se convierte en una charlotada que el protagonista no es capaz de digerir. El pobre hijo, que no ha visto a sus padres pisar la iglesia en sus siete años de vida, debe andar con escozor en las neuronas, tratando de averiguar si el próximo año puede volver a hacer la primera comunión. Otra vez.

Supongo que así funciona la sociedad capitalista que, visto lo visto, es lo menos malo que hemos sabido crear, por muy deficiente que sea, que lo es. Que nos gastemos ese dineral en una comunión y que luego no vayamos a la iglesia hasta el día de la definitiva despedida es algo que no cuadra bien; en mi opinión, humildísima y casi siempre desacertada, se llama hipocresía. La sociedad debería gastarse ese pastizal en ir al sicólogo todas las semanas, pero tampoco quiero provocar enfado en los ilustres gremios de fotógrafos, floristas, restauradores y sastres que tienen en el mes de mayo una oportunidad de ingresar fondos con los que pagar impuestos.


Allá cada uno, pero a mí me parece que para el domingo que viene me va a surgir otro safari fotográfico de todo punto imprevisto. Y si ustedes quieren más guerra les espero en tuiter. @pedrodehoyos se despide hasta la semana que viene.
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Esta es mi colaboración semanal en Onda Cero Palencia

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