Miren, yo tengo muy claro que
Palencia es lo mejor que me ha podido suceder. Sé desde hace tiempo que todo
aquello que nuestros políticos nos han negado, desarrollo, nivel de vida,
reconocimiento institucional, influencia, nos lo ha compensado Dios con generosidad.
Y meto a Dios en esto con ganas, porque sí, porque me gusta llevar la contraria
a la sociedad bienpensante y ser políticamente incorrecto.
Y nos lo ha compensado con
tierras y paisajes de ensueño, que en manos más acertadas y capacitadas
arrastrarían multitud de beneficios, pero nos gobiernan (y se les oponen)
gentes incapaces o que tienen las manos atadas, me da igual. El caso es que
pocas cosas hay más embriagadoras en Castilla que ver un amanecer de primavera
desde un otero del Cerrato, comprobando como con el paso de los minutos la
niebla se va disipando y en el fondo del valle aparece, difuminado al
principio, brillante al final, uno de tantos pueblos dulces e hipnotizadores
pero de los que el futuro ha salido huyendo hace varias décadas. Contemplar
cómo las sombras van desapareciendo y cómo la torre de la parroquia aparece
diáfana sobre el caserío al mismo tiempo que la voz del último niño llama a su
madre y ver los tractores salir a las tierras, es sentirse en contacto con la
naturaleza y gozar de sus mimos maternales y de su protección segura. El sur de
la provincia es un homenaje a la historia, a la naturaleza, a nuestros
antepasados, al esfuerzo, a la vida, a nosotros mismos.
Pero dejando atrás Ampudia y sus
recatadas calles, o Cevico o Baltanás, la ciclópea Tierra de Campos, ese pelado
horizonte infinito donde los godos aposentaron sus reales, sigue siendo una
experiencia catedralicia, una existencia de sillares y adobes, de vientos
gélidos o asfixiantes, hecha solo para superhombres. Y para supermujeres, lo
digo para que no se me cabree el tonto de todas las semanas. Atravesar Tierra
de Campos es duro, una experiencia casi mística, comparable a los grandes
éxodos por los desiertos de los pueblos epopéyicos. La recompensa está en la
mirada sin fin, la ausencia de límites y, pronto, en el dibujo aterciopelado
que lenta y enternecedoramente va apareciendo en el límite norte. La montaña
palentina exhibe su imponente estructura desde bien lejos y es un referente ético,
moral y estético para el viajero. En medio, las tierras frescas y feraces de
Boedo, Valdavia y Ojeda, que entretienen al viajero con arroyos y bosquecillos
que juegan al escondite o al corre que te pillo con arquivoltas, canecillos y
capiteles románicos.
Y detrás está Cervera, recientemente
titulado El pueblo más bonito, en una montaña palentina llena de pueblos y
ciudades bonitos, de ríos y arroyos seductores, de valles y montañas con ese
encanto especial que solo conservan quienes saben ser bellos sin petulancia.
Solo la belleza en humildad sabe conquistar, solo la belleza con discreción
sabe enamorar, a lo demás llámenlo sexo de pago.
Les confieso que me gustaría ser
bígamo, que estoy casado con quien conmigo va desde hace más de treinta años
pero que me gustaría casarme con La Pernía, con Campoo, con Valdivia. Les
confieso que mantengo un romance eterno con Cervera desde que paseé bajos sus
soportales hospitalarios e impasibles cuando la más pura infancia. Cervera es
un regalo, otro como Aguilar, que Cantabria hizo a Palencia, quizá porque, no
lo olviden, Cantabria fue Castilla y puerto de Castilla hasta que alguien
prefirió que fuese cabeza de ratón.
Palencia es una tierra de
hermosura con título oficial, de belleza con premio organizado, de galanura con
pancarta, como esa que acaban de otorgar a Cervera, pero que ha tenido la
desgracia de caer en tierra olvidada, de caer en manos torpes, de caer en
gentes sin poder ni influencia, de caer en ninguna parte. A Palencia, lo mejor
que me ha podido pasar en esta vida, le habría ido mejor de haber caído en
Cataluña o en Baviera, o en… Nos sobra historia, nos sobra belleza, nos sobra
elegancia, pero nos falta industria, nos faltan proyectos, nos falta gente, nos
falta poder, nos falta decisión. Futuro.
Por tuiter me tienen, señores,
aún algo deprimido y malhumorado, en tuiter sigo a su disposición.
@pedrodehoyos se despide hasta la semana que viene, si seguimos aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario