Palencia es una emoción:

19 octubre 2016

Bob Dylan se hace el sueco

Estoy consternado, señores; si en su momento ya me había dejado anonadado que le dieran el premio nobel de la paz a Obama sin haber hecho más que asomarse a la presidencia de su país, que ahora le hayan dado el de Literatura a… a…. a este… bueno, a “ese” señor me deja desmayado, desalentado, destruido...

Aunque les confieso que aún hay esperanza, el interesado no ha sido localizado después de varios días de llamadas incesantes de la academia sueca. El chiste es demasiado fácil pero no me resisto: Que se está haciendo el sueco, vaya, y no se da por enterado. O el interesante, para mí que se está haciendo el interesante y está echado encima de la cama, en calzoncillos, con un palillo entre los dientes, sonriendo maliciosamente y diciendo “llamad, llamad, malditos”. Así que todavía hay esperanza de que se lo retiren y se lo den a un… escritor. Perdonen que insista: a un escritor. Bastaría que el jurado se diese una vuelta por una biblioteca pública, se pusiera frente a cualquier estantería y se lo jugase a las tabas, seguro que acertaría.

El premio nobel de Literatura tenía varias honestas tradiciones que debían ser respetadas: dárselo a un autor angloparlante y bien conectado con la industria editorial; dárselo a un desconocido autor japonés o egipcio al que no entendían ni en su país… y de vez en cuando dárselo a un escritor, en España tenemos varios ejemplos. Dar el premio nobel a este individuo es ponerlo a la altura de Camilo José Cela, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez. Y desde luego lo ponía, solo teóricamente, por encima de Don Miguel Delibes. Dígame usté, señor mío, que el premio nobel de Literatura de este año escribía mejor que Delibes. Ya, ya sé que a alguno les sonará mucho eso de que “la respuesta, amigo mío, está escrita en el viento”…,  pero también les suena Juan Ramón Jiménez y “Platero y yo”. ¿Acaso son textos equiparables? Soy de la triste opinión de que los académicos suecos han quedado al nivel del bueno de Platero, pero al nivel de un platero mohíno, apagado, sin vitalidad y sin las bondades del animal al que cantó el autor onubense. Al nivel burro… de carga.

Yo me temo que estos señores no han hecho sus deberes, que el invierno sueco les congela las neuronas y, claro, patinan, no se realizan de manera adecuada las conexiones y pasa esto. A ver, ¿por qué motivo le dan un premio a este pájaro y no se lo dan a Joaquín Sabina? ¿O a Serrat? También son del grupo de los protestones e inconformistas y con frecuencia tocan las guirnaldas inguinales al poder, como el premiado. ¿Era acaso ese el mérito escondido? Aunque ya puestos a ponerse exigentes, mi favorito habría sido Paquirrín. ¿Qué tienen otros que no tenga el chiguito de la Pantoja? Que se lo den, por favor, que se lo den.

Luego me riñen ustedes porque soy pesimista, a ver si esto no es una demostración de que Occidente, la cultura occidental, tiene los pies de barro. Eso o está vendida al salvaje capitalismo editorial. Hala, escojan. Al paso que van las cosas el año que viene algún premio nobel de cualquier cosa le dan a Donald Trump. Aunque sea el de la chulería.

Miren hoy les dejo ya, malhumorado a la vez que divertido y cansado. Les dejo, digo, con la esperanza de que el año que viene el premio Princesa de Asturias de las Artes se lo den a Belén Esteban.

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