Solo en 15 de las 50 provincias
españolas hay más niños que jubilados. El
resto está condenado a ser un desierto sin que nuestros políticos,
preocupados ahora por sus pactos (¿Con quién, cuándo y dónde pactamos para
asegurarnos más votos?), hagan caso a un tema absolutamente crucial.
Busque, amigo lector, un mapa
nocturno de España sacado desde un satélite. Verán una rosquilla luminosa,
todas las costas, con un punto gordo en el centro, Madrid. Que la población se
concentre tan desequilibradamente no parece un problema. Que haya ciudades de
cuatro millones de habitantes no parece peligroso ni incómodo, que haya pueblos
de cuarenta habitantes no parece mal presagio.
Pero a los pueblos de cincuenta
habitantes hay que llevarles el correo. Y al médico. Tal vez una hora un día a
la semana. Y al único niño hay que pagarle trasporte y comedor en la escuela
del pueblo grande. Es una España que muere. No, no voy a hablar de la cultura
popular que muere con ella. De las tradiciones que desaparecen. No me quiero
poner romántico, sólo (sí, con tilde) práctico. Tienen derecho a vivir allí. A
ser atendidos por el Estado. A no tener que dejar su casa para encontrar un
trabajo. A tener médico y pediatra y farmacia a su disposición.
Hay una España que muere y otra
que no la deja vivir. Hay una España resignada que calla y se deja ir. Y hay
unos gobiernos que aceptan la situación con indiferencia. Todos. Y la España
que muere tiene derecho a las mismas atenciones del Estado que la otra. Hay una
España, sobre todo castellana y aragonesa, exangüe y de ella se alimenta una
España costera, rica y egoísta. Hay una España que tiene derecho a todo y no
recibe nada porque alguien ha decidido que las inversiones han de ir a los
ricos. Hay una España que emigró, dejó su tierra y lamenta su infortunio sin
capacidad de cambiar su suerte. Con la indiferencia de quienes tienen que tomas
las decisiones. Malditos.
Hay una España donde no nacen
niños porque no hay juventud, porque no hay médicos, porque no hay pediatras,
porque no hay escuelas, porque no hay trabajo, porque no hay futuro. Y nuestros
políticos están enredados en las fotos electorales, Como si la muerte de una
nación entera no tuviera importancia.
En la España vaciada necesitamos inversiones
del gobierno, con igualdad de trato, con justicia, con reequilibrio social,
mejorando nuestras comunicaciones, fijando población con empresas y trabajo,
evitando la hemorragia de españoles, evitando los desequilibrios territoriales,
evitando que las montañas, que la meseta, mueran. De inacción, claro.
Y usted, urbanita que me está
leyendo, ¿no cree que viviría mejor atendido, con más calidad de vida, con más
vida, con más seguridad, sin perder media vida en trasportes, si hubiera
encontrado trabajo en la tierra de sus padres?
1 comentario:
Lo positivo en la actualidad es que se ha tomado conciencia de ello y una vez diagnosticada la situación se puede empezar a tomar medidas que ya son urgentes.
Lo negativo es que muchos interesados en que esto siga así son precisamente quienes viven en pueblos pequeños: todo es suyo, o lo utilizan como suyo, no quieren que cambie más que lo que les sea favorable económicamente y apenas les importa el futuro porque sus hijos o no los tienen o están lejos sin interés por volver, visto el panorama actual. En los pueblos castellanos de la "zona en rojo" vemos que si un labrador desaparece o deja la faena, las tierras no quedan sin cultivar sino que les salen muchas ofertas para seguirlas cultivando, y esos son los que además tienen el poder político o apoyan a aquellos que han provocado esta situación.
Solución: imponer desde fuera otras normas y leyes, por personas con inteligencia a ser posible jóvenes. Pero a esos los tenemos emigrados en otros países, donde apenas se les deja ni votar, pero son quienes conocen por experiencia el funcionamiento mejor de otras sociedades. ¿Cómo los traemos?
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