Nunca me gustaron aquellas personas que van por el mundo perdonando la vida. Me siento muy lejos de aquellos que se sienten superiores al común de los mortales, que se creen poseídos por un don excepcional que les permite acertar permanentemente en sus conclusiones. Siempre me situé enfrente de aquellos que jamás tienen dudas, de aquellos que jamás parecen plantearse si acertarán o no, que toman sus decisiones trascendentes sin plantearse la posibilidad de rectificar. Rechacé la amistad de aquellos que tan seguros estaban de sí mismos que con sólo plantearles “Oye, ¿estás seguro?” saltaban escandalizados de que se pusiera en duda su acierto.
Yo vivo sumergido en una duda permanente, lo que no es precisamente muy sano, lo reconozco, nunca estoy seguro al cien por cien de acertar, de ser el único poseedor de la razón y la verdad, siempre admito la posibilidad de que haya otros puntos de vista, de que nunca nadie es dueño y señor de la razón al cien por cien, sino que ésta por lo general es compartida en distintas proporciones. Es por eso que nunca me gustó Aznar. No sé si “prepotente” es una palabra que le sienta como un guante, pero por lo menos se le acerca mucho. En eso, lo afirmo con firmeza, no le queda a la zaga su sucesor, el implacable perseguidor de ignotos brotes verdes, el de las rotundas afirmaciones sobre el paso de la crisis por España sin despeinarnos, el contundente negador de la tozuda realidad que nos acogota y consume en estos momentos. Ambos llevaron en su pecado el castigo, si bien, lamentablemente, el castigo lo recibimos todos en nuestras respectivas cabezas.
No me gustó Aznar, no era santo de mi devoción, siempre me fueron desagradables sus maneras superiores, su estilo de ejercer la autoridad. Desde luego siempre rechacé su apoyo a una guerra que como se demostró después estuvo basada en mentiras e intereses espurios. Y sin embargo debo reconocer que en esta ocasión ha dado en el clavo con la definición del gobierno que bien humillantemente padecemos los españoles. (Hablando de humillaciones: ¿No debería Zapatero echarse a llorar viendo como sus conmilitones le niegan, le rechazan y le ocultan? ¿Cabe mayor desprecio, mayor ofensa, mayor ridículo?)
Aznar acaba de decir que actualmente “la política energética es un concurso de pegatinas, o un juego de bombillas que reparten en correos y de farolas que se pagan en carreteras, o en un pase de modelos de sin corbata, o una subasta de neumáticos, o un acertijo de nuclear, quizá sí, pero Garoña no". Si los lectores no se ofenden, y tomando las palabras no con exactitud semántica sino como generalidad de la actitud de Zapa y sus ministros, me parece una precisa descripción del galimatías absurdo en que está metido el gobierno, con medias medidas, medias verdades, improvisaciones a salto de mata y decisiones de incomprensibles consecuencias y de alcances indescriptibles.
Se echa de menos coordinación, lógica, planificación y previsión a medio y largo plazo. El gobierno zapateril está en clara y decidida decadencia, su agonía, lenta y dolorosa, resultará insufrible para los ciudadanos, que ignoramos qué quiere el gobierno, cómo piensa conseguirlo y cuánto resistirá a nuestra costa. Tiene razón Aznar, cuanto antes haya elecciones generales mejor para todos. Tiene razón el PSOE, cuanto más oculten a su ¿líder? mejor para sus candidatos.
Me siento muy lejos de aquellos que se sienten superiores al común de los mortales, que se creen poseídos por un don excepcional que les permite acertar permanentemente en sus decisiones. Jamás, este gobierno de rectificaciones, de ministros mediocres y de improvisaciones ha pedido perdón por sus continuas meteduras de pata, sus equivocaciones. Su tajante negación de la crisis y sus consecuencias nos está costando millones de parados, cientos de días de retraso en la recuperación, rebajas de sueldos y congelación de pensiones. Justo lo que dijo que nunca haría, que ellos nunca tomarían medidas tan antisociales. ¡Caray!
5 comentarios:
El escritor estadounidense Francis Scott Fitzgerald: “es preferible fiarse del hombre que se equivoca a menudo, que de quien no duda nunca”.
Miguel Ángel, personalmente no soporto a los que por la vida van pisando fuerte, pero para tomar decisiones políticas son igualmente peligrosos los que rectifican varias veces al día.
La cita, muy buena. Gracias.
En este caso, el que rectifica no sabe de donde viene, no sabe donde va, ni sabe donde está.
Es que para todo hay un punto medio; no hay manera de llegar a puerto cuando se rectifica el rumbo todos los días. Bueno, para llegar a cualquier puerto hace falta tener conocimientos de navegación, no suele bastar con dos semanas de clases apresuradas
Dos semanas no, fue una tarde!
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