En cualquier régimen la culpa de
los problemas internos es de los demás. Y vale tanto para dictaduras –la
dictadura militar argentina, por ejemplo- como para democracias. La culpa no es
nunca de los gestores sino de los gestionados –Franco es otro ejemplo- o de los
ingleses, a los que conviene recordar cuando más nos interese que las Malvinas son
argentinas o Gibraltar es español.
A Artur Mas le ha pasado eso, que
antes que reconocer los pecados de su nefasta gestión echa balones fuera y le
culpa de sus males a una España vociferante, desproporcionada y agresiva con
Cataluña. Como es obvio, España –sus dirigentes- ni ha gesticulado
desaforadamente ni se conoce ninguna ofensa verbal hacia Cataluña. Las críticas
han sido a Artur Mas, no a Cataluña. Ahí está otra de las obviedades claras de
todo régimen: confundir la nación consigo mismo, mezclar los intereses propios
con los comunes, en este caso hacer creer a las masas dóciles que Cataluña y
nacionalismo son la misma cosa.
Aparte de la fingida agresividad
hacia Cataluña, Mas no ha sabido gestionar los hospitales, la enseñanza ni las
infraestructuras. De dominio público es que sólo gestiona bien los medios de
comunicación – públicos como TV3 o privados como La Vanguardia- y el 3% que ha
sido convenientemente silenciado por todos los interesados. Se cierran
hospitales, se eliminan maestros y se invierte cada vez menos e
infraestructuras… lo mismo que en todas las demás regiones… aunque no se gasten
sus dineros en televisiones propagandísticas ni embajaditas en el extranjero.
Pero sí, en cierto sentido es
verdad que la culpa del asunto de Cataluña la tiene España. Primero porque lo
que los nacionalistas quieren desde la transición sólo ha sido ser reconocidos
como diferentes y obtener ventajas legales, políticas y económicas sobre los
demás. ¿Cabe mayor injusticia que las “peculiaridades” fiscales vascas o navarras?
Por eso a medida que las demás regiones iban aumentando sus competencias los nacionalistas
iban reclamando nuevas prebendas, arrojándonos en una espiral inacabable de reivindicaciones
incesantes. España en eso ha consentido desde el primer momento, por eso España
es culpable desde aquél que dijo que hablaba catalán en la intimidad –recordemos
que lo dijo cuando necesitaba los votos del nacionalismo- al otro que sin
encomendarse ni a Dios ni al diablo anunció que aceptaría “lo que llegase de
Cataluña”, en referencia al nuevo estatuto que muy pocos votaron. Naturalmente
cuando el Estatut fue rechazado por los órganos legítimos de la democracia se
acusó a los tribunales de anticatalanistas. Vaya, que o cumples lo que yo
quiero o te declaro enemigo de la Patria.
Y España es también culpable
porque jamás intervino en defensa de los intereses colectivos, permitiendo la
existencia de embajadas alegales, de un sistema educativo perverso –recordemos que
el Ebro es un río catalán que nace en tierras extrañas- o cediendo ante la
persecución del castellano en escuelas, calles y comercios. Maestros que han
ejercido en Cataluña cuentan de la persecución del inspector de Educación
contra docentes a los que los alumnos hablaban en castellano durante el recreo.
España es culpable de la persecución en Cataluña… a los castellanoparlantes.
Por un puñado de votos.
1 comentario:
Bufff, jajaja, no estamos de acuerdo en nada... y te lo digo yo, que soy profesor... de castellano ni más ni menos!!! Pero bueno, la cerveza sigue en pie. Abrazos.
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