No es que los españoles tengamos
muy buena opinión de la política, pero el Congreso debería ser el sancta
sanctorum de la democracia, el pueblo español debería reverenciarlo tras
cuarenta años de franquismo. Y sin embargo lo hemos convertido en la caja de
las risas, tan pronto se mofan de él unas tías desnudas, sí, tías, como los
radicales vascos, ésos que aspiran a ser radicales libres, se mofan de él
convirtiéndolo en una escuela franquista.
Esas mozuelas con las tetas al
aire no dejan de ser unas gamberras que se benefician de los límites de la
democracia, de los agujeros del sistema, y –aprovecho el símil- lo ordeñan en
beneficio propio. En los siglos dieciocho y diecinueve las gentes de bien
pesaban que la esclavitud era defendible, los negros eran objetos propios de la
compra y venta, les examinaba el veterinario y al final de la jornada laboral
les pagaban en latigazos. Y los mejores de los mejores en aquella sociedad lo
defendían como bueno para la sociedad y para el comercio. Que la esclavitud era
un negocio, vaya, que provocó guerras porque gran parte de la sociedad lo
defendía…
Hoy a ninguna persona de bien se
le ocurriría defender tamaña barbaridad pero hay quien defiende que “el aborto
es sagrado”, frase elegida para matar a la iglesia con el mismo tiro con el que
se quiere defender el aborto. Uno tiene por acertado, qué estúpido puedo ser,
que desde que dos células dan lugar a una nueva hay un nuevo ser humano, humano
mal que le pese a Bibiana Aido. Próximas generaciones se asombrarán, llevándose
las manos a la cabeza, de que en el siglo XXI defender el aborto sea defender
el progreso, tanto como hoy nos asombramos de que millones de ciudadanos de
bien defendieran la esclavitud hace doscientos años.
Y aunque el cuerpo de la mujer
sea solamente el cuerpo de la mujer, lo que una embarazada lleva en su seno no
es suyo, sino una vida ajena sobre la que no deberían decidir como si fuese un
absceso.
1 comentario:
Quizá lo que asombre dentro de un tiempo es que en el siglo XXI se promulguen leyes que obligan a las mujeres a ser madres, con todo lo que eso implica,incluso cuando no quieren o no pueden serlo. Los hombres claro lo tienen más fácil, basta con el histórico "si te he visto no me acuerdo" y no tienen que pasar por un aborto.
En el fondo no importa como se proteste ni los sufrimientos particulares que provocará la ley de Gallardón si se tiene una seguridad teórica absoluta sobre el tema. En este caso no estaría mal releer "Tiempo de silencio" o visionar "El crimen del padre Amaro". Antes que desangradas en cualquier cuartucho donde se haga un aborto ilegal prefiero ver a estas jóvenes luciendo sus pechos y sus razones en el Congreso de los Diputados.
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